Homenaje a Martín Sessé y Juan del Castillo, naturalistas jacetanos del siglo XVIII

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HOMENAJE A MARTÍN DE SESSÉ Y JUAN DEL CASTILLO NATURALISTAS JACETANOS

La Ciudadela de Jaca. Siglo XVI

Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación Provincial de Huesca) Instituto Pirenaico de Ecología (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) HUESCA y JACA, 1993


ENTIDADES COLABORADORAS: — Real Jardín Botánico de Madrid, C. S. I. C. — Colegios Oficiales de Farmacéuticos de Huesca, Zaragoza y Teruel. — Real Sociedad Española de Historia Natural. — Excmo. Ayuntamiento de Jaca.

© Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación Provincial de Huesca) Instituto Pirenaico de Ecología (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) I. S. B. N.: 84-8127-002-4. Depósito Legal: Hu. 166/1993. Imprime: Gráficas Alós, S. A.-Huesca (España).


Este es el caso de la exposición organizada en el citado Jardín de Madrid en 1987, dedicada a la Real Expedición Botánica a Nueva España, que tuvo lugar entre los años 1787 y 1803, contribuyendo a la exploración de Méjico y territorios limítrofes. Dos aragoneses ilustres, que hoy homenajeamos en su propia tierra, tuvieron un papel relevante no sólo en su concepción y organización, sino también en su altura científica: el médico y naturalista Martín de Sessé y Lacasta (1751-1808), nacido en Baraguás —pueblecito agregado a Jaca— y muerto en Madrid, y el farmacéutico e igualmente naturalista Juan Diego del Castillo (1744-1793), nacido en Jaca y muerto en Méjico.

PRESENTACIÓN Luis Villar Investigador Científico del C. S. I. C. Consejero del Instituto de Estudios Altoaragoneses. Secretario del Comité Organizador de la XI Bienal de la Real Sociedad Española de Historia Natural.

En la Península Ibérica el siglo xvin conoció un auge inusitado de las Ciencias Naturales; baste destacar algunas figuras científicas de renombre, como los valencianos Clemente o Cavanilles y los aragoneses Lagasca o Asso. Durante su segunda mitad, la llamada Ilustración española, como movimiento científico y cultural, tuvo su momento álgido en las expediciones científicas organizadas desde Madrid para estudiar el Nuevo Mundo. Sobre todo en tiempos de Carlos III, la Corona española, que había fundado el Real Jardín Botánico, impulsó magnas empresas a través de esta institución, todo ello algunas décadas antes de que empezaran los movimientos independentistas americanos y de que España se sumiera en las funestas guerras napoleónicas. Tal como se ha escrito, el objetivo principal de dichos viajes era "estratégico y económico". En efecto, en tan larguísimas como difíciles exploraciones se levantaban mapas, se tomaban observaciones etnológicas, se buscaban animales, plantas o productos útiles para curar enfermedades o mejorar el nivel de vida de los europeos y americanos. Sin embargo, no podemos olvidar que los principales protagonistas vivieron a la vez una gran aventura científica y humana.

Con la confianza del mencionado rey Carlos III y del virrey de Nueva España, Conde de Gálvez, a Sessé se le confió la dirección de tan difícil expedición científica por tierras centro y norteamericanas; aunque tuvo que superar dificultades de toda índole para llevarla a término y la interrumpió contra su voluntad, era consciente de la trascendencia de su obra, promovió la fundación de los Jardines Botánicos de Méjico y La Habana, se preocupó por la formación de botánicos en aquellos territorios e hizo lo que pudo por publicar los resultados de la expedición. Por su larga experiencia en tierras americanas —estuvo cerca de veinte años en Puerto Rico—, Castillo fue nombrado botánico profesional de la expedición en 1788 y a esa labor se dedicó con toda generosidad hasta su muerte, acaecida hace ahora exactamente dos siglos. Sólo en el aspecto botánico, la ingente tarea que nos aportó la expedición se concreta en-unos 20.000 pliegos de herbario correspondientes a 6.000 especies distintas, que sirvieron para describir centenares de especies nuevas para la Ciencia. Además, se dibujaron 1.400 láminas originales de plantas americanas, casi todas a color, en las cuales se basan igualmente muchas descripciones. La aportación zoológica fue asimismo destacada, tanto en colecciones de animales como en láminas.

Por un lado, el cambiar de mundo y de entorno cultural les permitió ir renovando los métodos científicos, escapando del férreo control religioso vigente hasta aquel momento; de ese modo enriquecieron las enseñanzas teóricas y prácticas de disciplinas como la Botánica o la Zoología. Por otro, se atisba un respeto hacia la manera de pensar y la armonía de las poblaciones americanas con su medio, se descubren y estudian sus lenguas vernáculas y modos de vida autóctonos, etc. Lejos de una colonización simplificadora o «europeización», se consiguió elevar el nivel científico y cultural de las tierras americanas, en especial por medio de la fundación de centros de docencia e investigación.

Evitar que estos eminentes científicos altoaragoneses caigan en el olvido, favorecer aún más las relaciones culturales entre América y España y dar a conocer, siquiera modestamente, nuevos aspectos de sus biografías y de sus trabajos todavía inéditos, han sido las premisas que nos han movido a organizar este Homenaje, a las cuales quisiéramos aportar el calor de su tierra natal, puesto que la mayoría de nosotros somos aragoneses por linaje, nacimiento o residencia y ese nexo también nos ha servido de acicate.

Destacados naturalistas españoles pasan lo mejor de su vida en América o se quedan allí para siempre. Además, en torno a estas empresas de estudio, aparecen los primeros investigadores oriundos de América, como el médico y botánico mejicano José Mariano Mociño, quien luego vino a España, trabajando y muriendo a este lado del Atlántico.

Cuando en la primavera de 1992 Pilar San Pío nos enseñaba a Vicente Martínez y a quien escribe estas líneas las láminas de plantas mejicanas conservadas en el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid, surgió la idea de intentar publicarlas y honrar a quienes las descubrieron en el siglo XVIII. Poco tiempo más tarde tuve la suerte de conocer a Antonio Lot, de la Universidad Autónoma de Méjico, quien en seguida se sumó entusiasta a la iniciativa y prometió desplazarse a España y Aragón llegado el caso.

Si la profundidad y calidad de cualquier obra científica puede medirse por su perdurabilidad, los naturalistas españoles y americanos de hoy sabemos que, todavía 200 años después, seguimos ahora estudiando colecciones o dibujos y sacando a la luz datos recogidos en aquella época ilustrada, y ello mucho más por su valor científico que por su interés histórico. Por fortuna, en las dos últimas décadas, gracias al esfuerzo del Instituto de Cooperación Iberoamericana, el Real Jardín Botánico y el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, más otras muchas instituciones españolas y de ultramar, se ha ido estudiando y publicando buena parte de dicho patrimonio científico hispanoamericano, conservado en su mayoría en dicha capital. Aún más, la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento favoreció la preparación de numerosas exposiciones, la publicación de trabajos y catálogos y el desarrollo de nuevos proyectos de investigación.

Así las cosas, en otoño de ese mismo año nuestro propio Instituto Pirenaico de Ecología se encargó de la organización, precisamente en Jaca, de la XI Reunión Bienal de la Real Sociedad Española de Historia Natural y en seguida propuse a su Comité Organizador integrar el homenaje a Sessé y Castillo en el programa de dicha reunión de naturalistas españoles. La propuesta fue aceptada unánimemente y por esta vía se suman al evento no sólo los botánicos, sino también los zoólogos, geólogos, ecólogos y otros especialistas. 5


En los primeros meses de 1993 buscamos el apoyo de la ciudad de Jaca, cuyo ayuntamiento acordó dedicar un jardín público a la memoria de sus dos ilustres hijos entre las calles Conde de Aranda y Fondabós. De cara a la presente edición, una vez autorizada la reproducción de las 20 láminas originales por el Jardín Botánico de Madrid, solicitamos la ayuda de D. Antonio Durán, director del Instituto de Estudios Altoaragoneses así como de los Colegios Oficiales de Farmacéuticos de Huesca, Zaragoza y Teruel; en todas estas instituciones aragonesas se nos acogió con entusiasmo. Las colaboraciones biográficas llegaron pronto y somos especialmente sensibles a la diligencia de sus autores. Desde Méjico, el Dr. Lot destaca la importancia de la labor científica de Sessé y Castillo, así como su vigencia, considerándola "una muestra más de la positiva relación entre España y Méjico". Desde California, la Dra. Engstrand señala, en magnífico castellano, la honorabilidad de Castillo y nos anima a publicar parte de su obra todavía inédita. Desde Zaragoza, Vicente Martínez, profundo conocedor de la historia de la Botánica en Aragón, nos descubre nuevas facetas de Sessé como médico. D. Tomás Buesa, una de las primeras voces que destacó la obra de los estudiosos aragoneses en América, ha escrito bellas páginas sobre el tesón y méritos de los ilustres jacetanos, situándolos en su marco europeo y mundial. Pilar San Pío, al hablarnos de los fondos documentales relativos a Sessé, Castillo y la citada expedición, nos permite ver cómo se conserva y aprecia en el Archivo del Jardín Botánico de Madrid buena parte de dicho acervo. A título informativo, con María Luisa Cajal hemos confeccionado una lista provisional de trabajos donde el lector interesado puede

profundizar en la historia o resultados de la Real Expedición Botánica a Nueva España, así como en otros aspectos de sus protagonistas. Viene luego la relación de láminas, que completaron en sus aspectos botánicos Hilda Flores y catalográficos P. San Pío. Sirva la maestría artística que demuestran en tan preciosas ilustraciones los dibujantes de la expedición, Atanasio Echeverría y Vicente de la Cerda, como mordiente para despertar el interés de los jóvenes investigadores —de uno y otro lado del Atlántico (Estados Unidos, Méjico, España, etc.)— hacia los referidos materiales científicos y que de este modo se puedan desvelar todos sus secretos para bien general. Como coordinador de este Homenaje, y en nombre de las dos instituciones editoras, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Instituto de Estudios Altoaragoneses, me resulta muy grato hacer constar las muchas ayudas recibidas. Aparte de las personas ya mencionadas, damos las gracias a D. Armando Abadía, Alcalde de Jaca; a D. Antonio Gómez Sal, Presidente del Comité Organizador de la XI Bienal de la Real Sociedad Española de Historia Natural y Director del Instituto Pirenaico de Ecología; a. D. Santiago Castroviejo, Director del Real Jardín Botánico de Madrid; a. D. Francisco Almazán, D. Ramón Arnal y D. Carlos Estevan, presidentes de los Colegios Oficiales de Farmacéuticos de Huesca, Zaragoza y Teruel, respectivamente; a D. Alfredo Giménez, encargado del Archivo Diocesano de Jaca, a D. José Ramírez, Secretario de la Curia, y a D. Valentín Garcés, Párroco de la Catedral de Jaca; a María Luisa Cajal, quien me ayudó en el procesado de los textos y en diversas gestiones; a. D. Jaime Buesa, autor de casi todas las fotos que ilustran este folleto, a D. Pablo Linés, quien fotografió las láminas en Madrid, y a Gráficas AIós, por su competencia profesional. A todos, muchas gracias.

Partidas de bautismo de M. de Sessé y J. del Castillo (Archivo Diocesano de Jaca)


para la preservación y preparación de los ejemplares de herbario, la organización de las actividades del personal de la expedición, del Jardín Botánico de la cátedra de Botánica, todos los trámites administrativos, algunos muy complicados, como proveer de su salario a los miembros de la expedición, a veces a más de 2.000 Kms. de la ciudad de México, así como conseguir equipos, bibliografía y diseñar las rutas de las excursiones.

ILUSTRES BOTÁNICOS JACETANOS A SU PASO POR LA NUEVA ESPAÑA Antonio Lot Helgueras Director del Instituto de Biología. Universidad Nacional Autónoma de México.

Me es muy grato colaborar con estas líneas en la Reunión Bienal de la Real Sociedad Española de Historia Natural, con motivo del merecido homenaje a los insignes botánicos del siglo XVIII Sessé y Castillo, precisamente en Jaca. Aprovecho este espacio para agradecer muy cumplidamente la invitación que me hiciera el buen amigo Luis Villar y, desde luego, al Comité Organizador de tan significativa reunión en memoria de tan ilustres naturalistas jacetanos.

El que Sessé hubiera contado bajo su atinada dirección con colaboradores y amigos como Cervantes, Jaime Sensevé y Juan Diego del Castillo en Botánica y Farmacología, José Longinos en Anatomía e incluso en aspectos de Zoología y dos jóvenes pintores mexicanos, Vicente de la Cerda y Atanasio Echeverría, junto con Mociño, quien sustituyera a Castillo al morir éste, inclinó y desarrolló la expedición de historia natural en una expedición con mayor énfasis en Botánica, ilustrada en la rica y diversa flora americana, principalmente de México.

En la presente nota se intenta destacar algunas de las acciones y anécdotas que fueron recogidas por los cronistas y estudiosos de la vida de Martín de Sessé y Lacasta y de Juan Diego del Castillo durante su estancia por México. Es importante resaltar, tanto para Martín de Sessé como para Juan Diego del Castillo, las distancias que tuvieron que recorrer y la época en que lo hicieron, ya que, tomando en cuenta las distancias a que está acostumbrada la gente en España, es muy significativo que en este caso (en México) hablamos de distancias entre 1.500 y 2.000 Kms., o más, de terrenos particularmente abruptos, lo que da una idea, en principio, de la admirable y esforzada labor de estos hombres.

JUAN DIEGO DEL CASTILLO Miembro original de la Real Expedición Botánica a la Nueva España, en la cual tomó parte muy activa y destacada en 1788 hasta su muerte, en 1793. Llegó aMéxico (NuevaEspaña) el 17 de julio de 1788 procedente de Puerto Rico, donde era encargado de la botica y del Hospital Real de esa isla. Casi desde el momento de su llegada participó con Sessé y otros miembros de la expedición en las primeras excursiones, que fueron a las partes altas del sureste del valle de México, para bajar, a través de Chalco, hacia el estado de Morelos, donde, al lado de Sessé, recolectó numerosas plantas en los trayectos entre varios pueblos en este estado, tanto en "tierra fría" como en "tierra templada".

MARTÍN DE SESSÉ Y LACASTA Al hablar de este personaje, por breve que sea, debemos recordar y destacar que él concibió la idea de la Real Expedición, además de organizaría, y sobre todo, como director, se hizo cargo con un más que sobrado sentido del deber de la operación y funcionamiento de la misma.

Estas plantas, como todas las que trabajó Del Castillo, las arregló y ordenó de acuerdo al sistema del gran botánico sueco Carlos Linneo, que en aquel tiempo era el sistema más moderno y aceptado en todo el mundo. En esta primera excursión se colectaron alrededor de 600 especies de plantas y de ellas se realizaron 200 láminas.

Entre algunas de las consecuencias de la Expedición Botánica de Nueva España se encuentra el establecimiento del Jardín Botánico y de la Cátedra de Botánica en México, lo que implicó muy diversas acciones con varios virreyes y funcionarios, no siempre bien dispuestos a apoyarlos, lo cual nos señala su tenacidad y talento para lograr las metas que se proponía, siempre generosas y de un alto nivel académico.

En marzo de 1789 Del Castillo y otros expedicionarios salieron a recolectar y estudiar plantas al occidente de Nueva España, a la zona del volcán de Toluca, Temascaltepec y una parte del hoy estado de Michoacán, y posteriormente, durante ese mismo año, trabajaron por el área de Cuernavaca, en Morelos, y de ahí pasaron al actual estado de Guerrero hasta Acapulco. De esta parte del recorrido, Del Castillo, de su puño y letra, elaboró un manuscrito de 20 páginas en forma de una flórula con descripciones, citas de sinonimia, localidades específicas y datos de floración.

Como sabemos, el 20 de mayo de 1785 se expidió el título de Comisionado del Real Jardín Botánico de Madrid, fecha a partir de la cual su vida estaría íntimamente vinculada al desarrollo de la Real Expedición y muy especialmente a México, a lo que dedicó el resto de su vida. Sin duda otros personajes de la época tuvieron mucho que ver en las empresas que se proponía realizar, destacándose su contacto con Vicente Cervantes, formado en la ciencia de la Botánica, y que bajo la dirección de Sessé se hizo cargo de la cátedra en México a partir de 1788; pero quizá la persona que mayor vínculo tuvo con Sessé fue José Mariano Mociño, como su primer y mejor discípulo y amigo, que demostró una clara vocación científica manifiesta en las múltiples colaboraciones sobre la flora mexicana.

De esta detallada labor de Del Castillo, a cargo también de los dibujantes, se infiere que se le confirió la responsabilidad de hacerse cargo del aspecto científico-botánico de esta excursión. Muchas de las especies de plantas de esta flórula de Del Castillo fueron incluidas en la publicación de la famosa obra Plantae Novae Hispaniae. Al término de la excursión de ese año de 1789, se colectaron y estudiaron 372 especies nuevas o interesantes y se realizaron 180 láminas.

De sus escritos llegaron a imprimirse la Oración inaugural para la apertura del Real y nuevo estudio de Botánica, dicho en la Universidad de México y dos obras que se le atribuyen en colaboración con Mociño: Plantae Novae Hispaniae y Flora Mexicana.

En 1790 se inició una excursión particularmente prolongada, que terminaría en los primeros meses de 1792 y se dirigió al noroeste y norte de México. Concurrieron los botánicos Sessé, Del Castillo, el nuevo miembro de la expedición, el mexicano Mociño, y los dibujantes Cerda y Echeverría.

A cargo de Martín de Sessé estuvieron las normas para colecta de las palmas vivas para el Jardín Botánico, las técnicas 7


RECORRIDO DE LA EXPEDICION BOTANICA DONDE PARTICIPÓ JUAN DIEGO DEL CASTILLO


De la ciudad de México trabajaron en la zona de San Juan del Río Querétaro, pasaron al hoy estado de Guanajuato, haciendo recorridos entre varios pueblos y ciudades como Salamanca, San Miguel, Santa Rosa y otros muchos más. Siguieron rumbo a Michoacán por el lago de Cuitzco, Valladolid (Morelia) y Pátzcuaro. De ahí incursionaron por los actuales estados de Jalisco, San Luis Potosí y Nayarit, trabajando durante varios meses por el área de Tepic. Prosiguieron aún más al norte, penetrando en los hoy estados de Sinaloa, Durango y Sonora, adentrándose en la majestuosa y abrupta Sierra Madre en dirección a Chihuahua, en donde Del Castillo comenzó a dar muestras del malestar que le llevaría a la muerte poco tiempo después. Todavía al regreso a la ciudad de México de este extenuante y prolongado recorrido, a mediados de 1792, Del Castillo y Mociño realizaron una serie de exploraciones de campo por los hoy estados de México e Hidalgo, que continuarían por el resto del año. En mayo de 1793 Sessé se dio cuenta del mal estado de salud de Del Castillo, que entre otras cosas presentaba claros síntomas de escorbuto, pero aun así no dejaba de trabajar arduamente en la ciudad de México, donde murió el 26 de julio de ese mismo año, precisamente hace 200 años. Hoy en México reconocemos la importancia que en su momento tuvo la semilla que dejaron Sessé y Del Castillo en cuanto a su visión y arranque de las colecciones botánicas documentadas orientadas al conocimiento de la diversa flora mexicana. El Herbario Nacional de México y el Jardín Botánico, del Instituto de Biología de la Universidad Nacional, representan las mejores colecciones de plantas existentes en México, donde se respaldan muchas de las investigaciones que sobre la riqueza de los recursos florísticos se realizan hoy en día. El origen y despegue de dichas entidades académicas, qué duda cabe, se debieron a ese espíritu de lucha en circunstancias muy difíciles de los ilustres jacetanos que hoy felizmente conmemoramos. El Jardín Botánico, por ejemplo, reúne en unas cuantas hectáreas (no más de 10), sobre lava volcánica en el Pedregal de San Ángel, ubicado al sur de la ciudad de México, cerca de 1.300 especies diferentes de la flora mexicana, particularmente de las regiones áridas y semiáridas del país. Fundado formalmente en 1959 por otro distinguido botánico español, el Doctor Faustino Miranda, cuenta en la actualidad con un programa de investigación, de difusión y de enseñanza

Vista general de los camellones con plantas de las regiones áridas mexicanas del Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México

muy activo, sustentado en los académicos que, junto con cerca de 60 jardineros y personal de apoyo técnico, conforman su plantilla. Además de las áreas tradicionales en investigación, que se desarrollan en el Jardín Botánico, como lo son la Etnobotánica, Anatomía y Horticultura, se impulsan nuevas líneas, en colaboración con el Departamento de Botánica del propio Instituto, en el manejo de recursos genéticos mediante la creación de un banco de germoplasma a partir de cultivo de tejidos, muy particularmente de especies en peligro de extinción La otra parte fundamental la constituye el Herbario Nacional, con más de un siglo formalmente como tal, donde el personal asociado (14 investigadores y 14 técnicos académicos) desarrolla un número importante de proyectos de investigación en florística y en taxonomía. Entre los proyectos activos podemos destacar: Flora Mesoamericana, Flora de Oaxaca y Flora del valle de Tehuacán-Cuicatlán, así como los estudios sistemáticos de gramíneas, compuestas y algunos géneros de leguminosas mexicanas, como el frijol, y desde luego la taxonomía de grupos que se originaron o se diversificaron en México, como las cactáceas, dioscoreáceas, cucurbitáceas, etc. Sobre estos grupos y regiones destacan los esfuerzos relacionados con proyectos sobre conservación de recursos vegetales. Los fondos del Herbario son considerados como la colección de plantas mexicanas más importante del mundo. Esto, que hoy es una realidad, no se podía afirmar hace una década. Su acervo, con más de 600.000 ejemplares montados y otro tanto en proceso, representa 259 familias y 4.805 géneros, sólo en la colección de plantas vasculares. Además, existen otros acervos y colecciones especiales de plantas no vasculares, xiloteca, palinoteca, frutos y semillas, etnobotánica, etc. Considero que estos elementos, aunque de manera muy sucinta, son un buen indicador de los cambios notables que definen la situación actual de la florística mexicana y en consecuencia la suma de esfuerzos, en diferentes momentos, de naturalistas y botánicos que intervinieron en esta magna empresa que tiende a la culminación de la Flora de México. Sin duda la presencia de los ilustres aragoneses Martín de Sessé y Juan Diego del Castillo para mi país fue crucial en la historia de la ciencia mexicana y es una muestra más de la positiva relación entre España y México. Finalmente, quiero agradecer el apoyo y la colaboración de mi maestro y amigo Javier Valdés, del Instituto de Biología, sin los cuales no hubiera escrito la presente contribución.

Invernadero Faustino Miranda con plantas de regiones cálido-húmedas de México del Instituto de Biología de la UNAM



de agosto de 1788 y "sirvió con eficiente espíritu de colaboración, según se desprende de la documentación con ella vinculada" (4). El 27 de octubre Sessé escribió al virrey que iban a pasar a las tierras templadas de Yacapixtla, Xochistlan y contornos. Por eso necesitaban "una Orden de V. E. para que los justicias y curas de los pueblos reciban, custodien y remitan con las precauciones que se les prevendrá, los herbarios, esqueletos, plantas vivas, dibujos y animales disecados" (5). La primera excursión, que duró hasta fines de diciembre de 1788, produjo 550 plantas, sin contar las corrientes que se podían encontrar en las huertas cerca de la capital. Los dibujantes de la expedición, Atanasio Echeverría y Vicente de la Cerda, hicieron láminas de 187 plantas (6). Una parte de las pinturas está en el Real Jardín Botánico de Madrid y otra parte se conserva en el Hunt Institute of Botanical Documentation, en Pittsburgh, estado de Pennsylvania, EE. UU. (7).

JUAN DIEGO DEL CASTILLO: HOMBRE DE HONOR Iris H. W. Engstrand University of San Diego, U. S. A.

Uno de los científicos sobresalientes del siglo XVIII, poco conocido en la literatura hoy en día, es Juan Diego del Castillo, natural de la ciudad de Jaca, en la región de Aragón. No habiendo sido el director de la Real Expedición Botánica a Nueva España, como su más famoso compañero aragonés, el Dr. Martín de Sessé, y también por haber muerto en México, no ha ganado mucha fama en su propio país. Es excelente que ahora, en Aragón, el nombre de este botánico, que realmente dio su vida por la Ciencia, reciba el honor que merece. ; Nacido en el año 1744, Castillo estudió latín en la ciudad de Jaca y después "se dedicó a la Farmacia con tanto aprovechamiento que para examinarse de Maestro en esa Facultad fue preciso dispensarle la menor edad"(i). Después, en el año 1771, Castillo fue a la isla de Puerto Rico para ser Boticario Mayor del Hospital Real de Puerto Rico. Se quedó allí y el 17 de enero de 1785 llegó a ser correspondiente del Jardín Botánico de Madrid para remitir plantas de esa isla al director, Casimiro Gómez Ortega. Cuando Martín de Sessé propuso la idea de una expedición a Nueva España, Gómez Ortega eligió a Castillo para el puesto de botánico al lado de Vicente Cervantes, Boticario Mayor del Hospital General de Madrid y natural de Zafra, en la provincia de Badajoz (2).

El 13 de febrero de 1789 Sessé, Longinos, Castillo y Sensevé mandaron una petición a Madrid para obtener permiso para seguir viajando fuera de la capital. Querían investigar las plantas de diferentes climas y tierras. Un grupo compuesto por Sessé, Sensevé, Castillo, Cerda y Echeverría pasó al menos seis semanas en Cuernavaca y llegaron a Mazatlán en junio. En julio estaban en Acahuizotla y llegaron a Chilapa al principio de septiembre de 1789. En el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid hay un cuaderno de 11 folios con el título "Plantas descritas por Don Juan del Castillo en el viaje a Acapulco". Tiene una lista de 42 especies escrita en la letra de Castillo en la forma de una flórula con descripciones completas, citas de sinonimia, localidades y fechas de florecer, como aparece más o menos en la Plantae Novae Hispaniae. La lista empieza con 12 especies de Mazatlán (octubre y noviembre), 4 de Acahuizotla (noviembre), 24 de Acapulco (octubre hasta diciembre), 1 de Cujuca (noviembre) y 2 de Cuaxiniquilapa (diciembre). Las plantas marítimas de Acapulco incluyen: Conocarpus erecta, C. racemosa, Hippomane mancinella, Rh.izoph.ora mangle, Guillandina bonducella, Chrysobalanus y caco (8).

Castillo llegó a la ciudad de México el 17 de julio de 1788 y se incorporó a la Real Expedición el 10 de agosto, casi un año después de Sessé, Cervantes y los otros que habían llegado a México. Los españoles, que también incluían a José Longinos Martínez, de Calahorra, como naturalista, y a Jaime Sensevé, un farmacéutico que vivía en México, pasaron su primer año buscando un lugar para su jardín botánico en la capital y organizando clases para los primeros alumnos de Botánica en México. Las actividades de la expedición comenzaron oficialmente en mayo de 1788, pero Castillo tuvo que quedarse en Puerto Rico para arreglar las cuentas de la farmacia del Hospital Real (3).

Durante cinco años Castillo llevó a cabo sus tareas de investigación casi sin descansar. Después de un viaje con José Mariano Mociño a la zona de Tarahumara, al norte de la capital, Castillo, el 11 de abril de 1793, cayó enfermo, con lo que Sessé pensó que era el escorbuto. Según Vicente Cervantes, falleció el 26 de julio de 1793 de una obstrucción en el pfloro (9). En su testamento, Castillo dejó legados 4.000 pesos para la impresión de la Flora Mexicana en que habían

Pocos días después de su incorporación a la expedición, Castillo empezó a trabajar con los otros en la primera excursión, que comenzó en los alrededores del valle de México. Los botánicos habían recogido plantas en la vecindad de Toluca, San Angel, y San Agustín de las Cuevas (ahora Tlalpan), hacia el sur de la capital. Parece que Castillo empezó a trabajar el 14

(1)

Juan Carlos Arias Divito, Las expediciones científicas españolas durante el siglo xvui, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1968, p. 42.

(2)

"Gómez Ortega al virrey de México, Madrid, 21 de septiembre 1786, Flora Española, 1786", Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. Vicente Cervantes, "Discurso pronunciado en el Real Jardín Botánico de México", Historia 462, Archivo General de la Nación, México, D. F.

(3)

Gazeta de México, Vol. 3 (6 de mayo de 1788), pp. 75-77; Iris H. W. Engstrand, Spanish Scientists in the New World: Th&Eighteenth Century Expeditions (Seattle, 1981), pp. 25-26. Harold W. Rickett, "The Royal Botanical Expedition to New Spain", Chronica Botanica, Volumen 11, N.° 1, 1947.

(4)

Arias Divito, op. cit. p. 42.

(5)

"Sessé al -virrey, 27 de octubre de 1788", AGN, México, Historia 460. Rogers McVaugh, Botanical Results of the Sessé & Mocino Expedition (1787-1803); Contributions from the University of Michigan Herbarium, Vol. 11, n.° 3, 1977, pp. 125-126.

(6)

Una lista parcial está en el Archivo del Jardín Botánico de Madrid y la lista completa se encuentra en el Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid.

(7)

La cantidad de 119 dibujos y láminas se encuentra en Madrid, pero casi 1.800 de las pinturas de ésta y las siguientes excursiones están en Pittsburgh. Cuando José Mariano Mociño, botánico mexicano de la Real Expedición, murió en Barcelona en el año 1820 tenía con él 2.000 dibujos de la expedición: 1.800 de flora y 200 de fauna. Entre los años 1862 y 1869, el director del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid trató de recogerlos. Durante unos años después la colección llegó a manos de la familia Torner de Barcelona. En el año 1982 los hermanos Jaime y Luis Torner Pannochia cedieron los dibujos a Estados Unidos.

(8)

Cuarta división, legajo n.° 14, Archivo del Real Jardín Botánico. Véase también McVaugh, Results ofthe Sessé and Mociño Expedition, p. 129.

(9)

Cervantes, op. cit.

11


trabajado todos con tanto esmero. Pero de no verificarse la impresión dentro de un período de seis años después de acabada la expedición, expresaba Castillo, "debían aplicarse para dotar y fundar un pósito de granos en Jaca, para socorro de los vecinos labradores de ella" (10). Sessé pidió que se publicara una relación de la muerte de Castillo en la Gazeta de México. Los socios de la Real Expedición decidieron honrar a su compañero fallecido dando el nombre de Castilla elastica al importante árbol del ule, que da tan grandes cantidades de goma o resina elástica (11). La importante vida de Juan Diego del Castillo duró poco

Fachada de la iglesia del Carmen. Jaca En esta calle se supone que vivió J. del Castillo

(10)

Arias Divito, op. cit.. p. 42.

(11) Engstrand, op cit, pp. 148-49.

menos de 50 años. Después de su salida de España, en 1771, es posible que no volviera a ver su querido Aragón. La Flora Mexicana (sin dibujos) no se publicó hasta el año 1888 en México. No sabemos si los 4.000 pesos llegaron a la ciudad de Jaca para "dotar y fundar un pósito de granos" o quedaron en México para ayudar a los otros botánicos a terminar sus amplias tareas. Martín de Sessé volvió a España en el año 1803 y murió en Madrid en 1808 sin terminar su trabajo, poco conocido. Los investigadores de hoy hacen bien en mostrar el reconocimiento debido a los científicos de ayer e intentar publicar el trabajo de Juan del Castillo con las láminas correspondientes que deben acompañarlo.

Calle dieciochesca del Casco Antiguo de Jaca


NOTAS SOBRE LA ACTIVIDAD MÉDICA DE MARTÍN DE SESSÉ Vicente Martínez Tejero

En 1775 intentó obtener la titularidad de la cátedra de Prima en la Universidad de Huesca. Entre otros aspirantes, concurrieron también los profesores José Pinos y Miguel Ciprés, quienes ya ocupaban entonces sendas cátedras médicas de aquella universidad en calidad de regentes, siendo el primero de ellos catedrático titular de Tercera en el momento de celebrarse la oposición.

Farmacéutico

Dos sanitarios jacetanos, Martín de Sessé y Juan Diego del Castillo, formaron parte, a finales del siglo xvm, de la Expedición Botánica a Nueva España. El ejercicio profesional de ambos, como médico y farmacéutico respectivamente, ha quedado eclipsado por la notable trascendencia de sus trabajos relacionados con el conocimiento de la flora americana, ^ realizados precisamente en el marco de aquella expedición científica patrocinada por la Corona española.

Todos los participantes, excepto los dos citados, decidieron retirarse antes de finalizar los ejercicios. Pinos obtuvo finalmente la cátedra de Prima. Ciprés, por su parte, continuó opositando en sucesivas convocatorias hasta conseguir la cátedra de Vísperas. A pesar de las circunstancias poco propicias, Sessé obtuvo algunos votos pero decidió abandonar Huesca y marchar a Madrid para ejercer su profesión junto a Antonio Flamenco, médico que en aquellos años había alcanzado notoria fama en la capital del Reino.

Aunque con indudable retraso, tanto en España como dentro de la comunidad científica internacional, ya se reconoce en el momento actual la enorme tarea desarrollada por los expedicionarios, que, en su conjunto, ha sido considerada como una de las obras más grandiosas de España en América (1).

Tras su ingreso en la milicia en 1779, prestó servicios en el hospital del ejército destinado al bloqueo de Gibraltar, y, un año más tarde, partió de Cádiz con destino a Cuba, formando parte del personal médico de la escuadra del marqués del Socorro.

Félix Latassa, biógrafo de numerosos autores aragoneses, publicó en 1801 los primeros datos impresos dedicados a cada uno de ellos. Los biógrafos posteriores apenas han añadido detalles nuevos sobre el ejercicio profesional de Juan del Castillo como farmacéutico a los recogidos en la Biblioteca nueva de escritores aragoneses y procedentes de una carta, dirigida por el jaqués a su madre, que Latassa tuvo la fortuna de localizar (2).

Consta que durante la travesía desarrolló una meritoria labor médico-quirúrgica. Según confesión propia, escrita años más tarde y dirigida al Director del Real Jardín Botánico de Madrid, Casimiro Gómez Ortega, cuando salió de la. península no gozaba de adecuada preparación botánica, pero no puede ponerse en duda su sólida formación como médico, que, evidentemente, aumentó en tierras americanas.

Las actividades profesionales ejercidas por cada uno de los científicos viajeros antes de su incorporación a las tareas de campo de la expedición, permiten deducir que Juan del Castillo era el más experimentado como químico y por tanto quien se encargaría de realizar los análisis de aguas, entre otras tareas de laboratorio normalmente asignadas entonces en un hospital militar al boticario mayor, cargo que éste había desempeñado durante años en Puerto Rico.

Recién llegado al Nuevo Mundo, organizó un hospital de campaña en La Martinica antes de llegar a La Habana, ciudad donde pronto destacaría como eficaz profesional de la Medicina. Dirigió el Hospital Real del Pilar y participó en la conquista de Providencia, organizando el primer centro hospitalario de aquella isla antillana.

Los resultados analíticos considerados de interés eran enviados a Madrid. Las autoridades académicas peninsulares pudieron conocer de esta forma los Análisis de varias aguas minerales de la provincia de Mechoacán realizados por la Expedición Botánica de Nueva España.

Además de realizar su trabajo oficial, atendió con éxito a numerosos pacientes que no pertenecían al estamento militar, logrando conseguir, al mismo tiempo, una sólida posición económica que le permitió prestar 10.000 pesos a la Tesorería de La Habana para cubrir necesidades de la guerra.

En el caso de Martín de Sessé, su actividad profesional se conoce con más detalle y tuvo lugar principalmente en España, Cuba, México y nuevamente en España a partir de su regreso y hasta su fallecimiento.

La generosidad y el desinterés hacia los asuntos económicos propios que caracterizaron a los naturalistas aragoneses han sido destacados por distintos autores.

Cursó estudios universitarios en Zaragoza, adquiriendo la formación práctica en el Real Hospital de Nuestra Señora de Gracia, centro que, desde su fundación medieval por Alfonso V de Aragón, mantenía entre las clases médicas españolas reconocido prestigio, extendido en ocasiones más allá de los límites del mundo hispánico.

La amistad de Sessé con el cirujano aragonés Francisco Barrera, residente en La Habana e igualmente formado en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, debió consolidarse en su primera estancia en la capital cubana.

(1)

La trascendencia científica de los resultados obtenidos por la Expedición Botánica de Nueva España empezó a valorarse en España con mayor conocimiento a partir de los estudios de Alvarez López. Posteriormente, las obras de Arias Divito, Lozoya, Calatayud, Puerto y Gomis, entre otros, han aumentado considerablemente el elenco de datos sobre aquella magna empresa española. Una visión de conjunto puede encontrarse en las siguientes obras de estos autores: Alvarez López, E. (1950), "Notas sobre la expedición científica mejicana dirigida por Sessé", Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, XLVIII, (3), 259-274. (1952). "Noticias y papeles de la Expedición científica mejicana dirigida por Sessé", Anales del Instituto Botánico A. J. Cavanilles, X, (2), 5-79. (1952). "Las tres primeras campañas de la expedición científica dirigida por Sessé y sus resultados botánicos", Anales del Instituto Botánico A. J. Cavanilles, XI, (1). Arias Divito, J. C. (1968), Las expediciones científicas españolas durante el siglo xvm, Madrid. Lozoya, X. (1984), Plantas y luces en México. La Real Expedición Científica a Nueva España (1787-1803), Barcelona. Calatayud Arinero, M. A. (1984), Catálogo de las expediciones y viajes científicos españoles. Siglos xviu y xix, Madrid. Puerto Sarmiento, F. J. (1988), La ilusión quebrada. Botánica, sanidad y política científica en la España ilustrada, Barcelona.

(2)

Latassa, F. (1801), Biblioteca nueva de escritores aragoneses que florecieron desde el año 1753 hasta el 1795, Pamplona.

13


Sin embargo, no llegó a ver impresos los resultados de la expedición. De nada sirvieron ni el generoso legado económico de Juan del Castillo ni la ayuda de otro jacetano, Antonio Bergosa y Jordán, arzobispo e inquisidor general, que contribuyó también con dinero propio. Los buenos oficios del alto cargo eclesiástico, que regresó a España con motivo de la independencia de México, tampoco consiguieron materializar los deseos de Sessé, compartidos por los demás expedicionarios.

Trasladado al continente, inició su trascendental obra mexicana: la dirección de la Expedición Botánica de Nueva España y las creaciones del Jardín Botánico de México y la primera cátedra de Botánica. Sessé volvió a Cuba en varias ocasiones, en 1797 como expedicionario, y al reencontrarse con Barrera decidieron estudiar juntos más de trescientos pacientes que padecían parasitosis producidas por la culebrilla dracunculus, extrayendo de ellos más de tres mil quinientos parásitos de todos los tamaños que se hallaban presentes en variadas localizaciones anatómicas. Según refiere Barrera, observaron los parásitos con el auxilio de "hermosísimos microscopios" (3).

Desde el punto de vista de la enseñanza de la Medicina, Sessé no logró culminar su proyecto de creación de la Academia de Medicina Teórico-Práctica en el Hospital General de México, a semejanza de la existente en el Real Hospital de Nuestra Señora de Gracia, en la que había adquirido su formación médica. En este contexto tenía previsto el desplazamiento a América de algunos compañeros para apoyar la realización de su plan.

El estudio de otros pacientes de este colega, natural de una villa de la Sierra de Albarracín, permitió a Sessé facilitar al dibujante de la expedición algunos ejemplares curiosos de otras especies de parásitos, entre los que destacó una solitaria de gran tamaño —"cuarenta y cinco varas de larga y un buen dedo de ancha"— que hizo dibujar para el Gabinete de Historia Natural de Madrid.

Con la creación de la Academia pretendía terminar con ciertas lacras que apreció en la Medicina oficial de Nueva España, incapaz de impedir la proliferación de "innumerables saltimbanquis falsarios de la Facultad, que con deshonor de ella y la mayor inhumanidad usurpan a un tiempo vida y tesoros".

Los trabajos parasitológicos de Sessé y, en general, los realizados en el campo de la Zoología, todavía no han alcanzado la difusión necesaria. Sus estudios ornitológicos, contemporáneos a los publicados por Félix de Azara sobre sus observaciones en Paraguay, han pasado hasta el momento prácticamente desapercibidos (4).

La actitud ante los problemas detectados en el espectro médico local, el interés demostrado en favor de la creación de la nueva cátedra de Botánica y la escasa diplomacia dedicada a sus relaciones con las autoridades médicas del virreinato, pronto le valieron —según apunta Lozoya— la desconfianza de los médicos del Protomedicato, que procurarían hacerle la vida imposible.

En la única obra conocida de Barrera, dedicada preferentemente a las enfermedades de los esclavos negros y no publicada hasta 1953, se presenta a Sessé, en nota a pie de página, como "Director del Real Jardín Botánico de México, y Naturalista por S. M. para el descubrimiento de nuevas plantas de estas Antillas a el Real Jardín Botánico de Madrid, y Director del nuevo Jardín, establecido en esta ciudad de La Habana" (5).

Durante su estancia en Cuba en 1797 Sessé se reunió también con Baltasar Boldó, médico zaragozano y botánico de la Expedición del Conde de Mopox y Jaruco. En esta coincidencia de naturalistas aragoneses en Cuba no pudo participar Juan del Castillo, fallecido cuatro años antes (7).

Por el contrario, en Mariano Mociño no sólo encontró un fiel discípulo, amigo y compañero en la realización de sus objetivos botánicos. Sus estudios y proyectos médicos, algunos de los cuales continuarían en España, contaron siempre con el apoyo y comprensión de este científico mexicano, quien, en su discurso de apertura del curso de Botánica en México, publicó y divulgó la idea de Sessé sobre la necesidad de elaborar una materia médica propia del país, para cuya puesta en práctica el aragonés había establecido salas especiales de observación en los hospitales generales de la capital, en las que se trataba a los pacientes con "medicinas muy fáciles de adquirirse y mucho más fáciles de prepararse".

La permanencia en Nueva España permitió a Sessé desarrollar y poner en práctica algunas ideas que sobre la enseñanza universitaria le preocupaban. Son brillantes, en este sentido, sus logros relacionados con la enseñanza de la Botánica.

La dedicación a las tareas propias de la expedición y dirección del Jardín le hizo abandonar prácticamente el ejercicio privado de la medicina durante sus últimos años de estancia en Nueva España.

La noticia de la dirección, asignada a Sessé, del nuevo Jardín Botánico de la capital cubana y la propia existencia del mismo no se encuentran reflejadas en distintos trabajos que se han dedicado al estudio de la historia de la Botánica en la isla (6).

(3)

Barrera Domingo, F. (1953). Reflexiones histórico-físico-naturales médico-quirúrgicas. Práctico y especulativo entretenimiento acerca de la vida, usos, costumbres, alimentos, vestidos, color y enfermedades a que propenden los negros de África venidos a las Américas, La Habana. Barrera firmó su obra el 23 de julio de 1798 pero ha permanecido inédita hasta 1953.

(4)

Fernández Pérez, J. y Pelayo López, F. (1987), "La contribución faunística de la Expedición a Nueva España", La Real Expedición Botánica a Nueva España, 1787-1803, Madrid, 261-274.

(5)

Barrera, F., op. cit.

(6)

Mencia, M. y Ponce de León, A. (1945). "El Jardín Botánico de la Universidad de La Habana", Revista de la Sociedad Cubana de Botánica, II (4), La Habana, 85-98. Álvarez Conde, J. (1958), Historia de la botánica en Cuba, La Habana. León, Hno. y Alain, Hno. (1951-1962), Flora de Cuba, La Habana, Palencia, 5 tomos. La investigadora cubana Mercedes Valero ha presentado recientemente (agosto de 1993), en forma de comunicación y dentro del marco del XIX Congreso Internacional de Historia de la Ciencia celebrado en Zaragoza, la síntesis de un amplio trabajo en el que demuestra documentalmente la participación de Sessé en la génesis del primitivo Jardín Botánico de La Habana. El título de la comunicación es: "La Expedición a la Nueva España y los primeros intentos de la creación del Jardín Botánico de La Habana". Este interesante trabajo, que debería ser publicado en su totalidad, ofrece detalladamente aspectos ignorados hasta ahora relacionados con la enorme actividad desarrollada por Sessé en América y en este caso en la isla de Cuba.

(7)

Martínez Tejero, V. (1990), "La ilustración aragonesa en América: Naturalistas en Cuba", Rolde. Revista de cultura aragonesa, 14, (52-53), 4-15.

14


Academia de Medicina y Consejo de Indias. Se nombró la correspondiente comisión para estudiar el proyecto, y cuando se llevaban a efecto las primeras providencias para realizar alguno de los cambios aprobados, México alcanzó la independencia. Sin embargo, los esfuerzos de Sessé —escribe Lozoya— por lograr que el plan de estudios de la Universidad de México incluyera la Zoología, la Mineralogía, la Química y las Matemáticas, junto con otros aspectos de la innovación indispensables, no cayeron totalmente en el vacío. Su influencia tuvo mucho mayor éxito de lo esperado gracias a los discípulos de su Jardín Botánico, que quedaron en México y modificaron posteriormente el plan de estudios (9). De esta forma la medicina mexicana — u n a de las más prestigiosas y adelantadas del continente americano— se benefició especialmente de las ideas y esfuerzos del aragonés. Con motivo de las epidemias que se extendieron por distintos lugares de España a principios del siglo xix, las autoridades decidieron aprovechar los conocimientos y experiencia médica de Sessé. La comisión oficial de expertos, constituida por Real Orden en 1804 para determinar la eficacia de las fumigaciones preconizadas por Guiton de Morveau, estaba formada por Casimiro Gómez Ortega y Pedro Gutiérrez Bueno en calidad de químicos, Juan Manuel Pérez, Jos Albarrán y Martín de Sessé como médicos y Plácido Briega e Hipólito Ruiz del Colegio de Boticarios (10). Destaca curiosamente la notable formación botánica de la mayoría de los componentes de la comisión. Algunas de las observaciones médicas realizadas en México por Sessé fueron publicadas por Mariano Mociño en forma de notas a pie de página que incluyó en su traducción del Tratado de las fiebres, de Alibert (11). También los trabajos de Sessé y Mociño en la Real Academia de Medicina de Madrid, analizados por Arias Divito, reflejan la actividad médica de los expedicionarios en España.

"Casa Sesé", cuna de M. de Sessé, en Baraguás

Dirigió al virrey Iturrigaray un dictamen sobre la fiebre amarilla a la vista de la situación epidemiológica de la zona. En junio de 1803 todavía amplió el informe desde La Habana, poco antes de embarcarse definitivamente hacia España. Sus observaciones, realizadas tanto en el continente como en la isla antillana, le hicieron deducir que la fiebre amarilla no constituía una enfermedad contagiosa. El documento, analizado por Arias Divito, ofrece valiosa información y demuestra el pensamiento médico de Sessé (8). Concluida la expedición botánica, Sessé y Mociño atraviesan definitivamente el Atlántico e inician en España nuevas etapas de sus respectivas tareas científicas, en las que, debido a las circunstancias, dedicarán mayor atención a los temas médicos. Intentaron conseguir la reforma de la enseñanza de la Medicina que se impartía en la Universidad de México, cuyas deficiencias conocían perfectamente. Dirigieron al Rey un detallado memorial que pasó sucesivamente al Ministerio,

(8) (9)

Iglesia parroquial de S. Andrés de Baraguás, donde fue bautizado M. de Sessé

Arias Divito, J. C., op. cit. Lozoya, X., op. cit.

(10)

Anónimo (1805), Memoria de las disposiciones tomadas por el Gobierno para introducir en España el método de fumigar y purificar la atmósfera de Guiton de Morveau. Experimentos hechos con este motivo, y algunas otras que prueban el poder desinfectante de los ácidos minerales, y las oportunas providencias que ha dado el Excmo. Señor Generalísimo Príncipe de la Paz, con el fin de evitar los progresos del contagio de la fiebre amarilla y su reproducción, Madrid, Imprenta Real.

(11)

Alibert, J. L. (1807), Tratado de las fiebres perniciosas intermitentes. Traducido de la tercera edición por D. J. M. M., Madrid. 15


En la documentada y extensa introducción que aparecé en la versión española de la obra de Rush sobre la epidemia de fiebre amarilla aparecida en Filadelfia, el anónimo traductor escribe que "el Dr. D. José Mociño va a publicar su historia de la fiebre amarilla de Veracruz, con un suplemento de D. Martín Sessé sobre la fiebre amarilla de La Habana" (12). Esta obra médica sobre la fiebre amarilla, escrita por los dos botánicos de la Expedición de Nueva España, no ha sido localizada. El traductor de la obra de Rush conocía perfectamente la situación sanitaria de la América española y los deseos de los expedicionarios, por lo que debía tratarse de alguien muy próximo a ellos, quizá el propio Mociño. Manuel Hurtado de Mendoza recoge en su Nueva monografía de la calentura amarilla, libro impreso en Huesca por la viuda de Larumbe, el criterio de Mociño y Sessé sobre la epidemia, siempre contrario a la naturaleza contagiosa de la enfermedad (13).

En distintas instituciones españolas, mexicanas y de otros países que supieron apreciar el interés científico de los escritos de Sessé, se conservan numerosas cartas, informes y manuscritos en general que permiten comprender la capacidad de trabajo del naturalista y médico jacetano. En diez de estos documentos, catalogados y comentados por el profesor Guerra, se describen propiedades medicinales de distintas especies vegetales junto a observaciones efectuadas en distintos enfermos (14). Aunque Martín de Sessé aparece en la historia de la ciencia universal por su actividad en el campo de la Botánica, cabe concluir que también la bibliografía médica española de la época ofrece claras muestras del prestigio alcanzado por nuestro homenajeado como profesional de la Medicina.

(12)

Rush, B. (1804), Relación de la calentura biliosa, remitente amarilla, que se manifestó en Filadelfia en el año de 1793, Madrid.

(13)

Hurtado de Mendoza, M. (s. a.), Nueva monografía de la calentura amarilla o Tratado médico teórico-práctico sobre la verdadera naturaleza, causas, síntomas, modo de propagarse, y método curativo y profiláctico de los Tifos, pero señaladamente de la especie llamada "icterodes" o fiebre amarilla, Huesca.

(14)

Guerra, F. (1973), Historia de la materia médica hispano-americana y filipina en la época colonial. Inventario crítico y bibliográfico de manuscritos, Madrid.


EXPEDICIONES CIENTÍFICAS: SESSÉ Y DEL CASTILLO EN LA DE NUEVA ESPAÑA Tomás Buesa Oliver

están más extendidos en Méjico que en muchas otras partes de Europa^ Un viajero europeo se sorprendería de encontrar en el interior del país, hacia los confines de California, jóvenes mejicanos que raciocinan sobre la descomposición del agua en amalgamación al aire libre. Las escuelas de minas tienen laboratorios de Química, una colección geológica clasificada... En Méjico se ha publicado la primera edición española de la Química de Lavoisier" (2). Pero también por otro derrotero tales vientos de renovación contribuyeron a desarrollar el sentimiento individualista regional de los criollos —la denominada conciencia de sí" americana— que prepararía el advenimiento de la actitud emancipadora del siglo xix (Morales Padrón).

C. de la Real Academia Española

Sabido es que en el siglo xvm, al conjuro del fenómeno "Ilustración", el Nuevo Mundo entra en una inusitada actividad científica nunca vista (1). Sin la presencia de numerosos españoles europeos, quienes dedicaron lo mejor o la mayor parte de su vida y de sus esfuerzos a incrementar la cultura y los conocimientos de aquellos territorios, América no se hubiera puesto de moda. A ellos se sumaron unos españoles americanos (criollos y mestizos) y algunos sabios europeos, ayudados o protegidos por la Corona española. Los sabios discutían y escribían sobre aquel continente, visitándolo sin cesar, como logrado fruto de la atención preferente que la España del siglo xvm dedicó a los problemas hispanoamericanos, atención iniciada con el reinado de Felipe V y que culminaría con las grandes realizaciones del buen Carlos III. En virtud de esta política renovadora que llegaba de Europa, se fundan escuelas, se crean cátedras universitarias, observatorios astronómicos, jardines botánicos y otras instituciones; se efectúan largas, laboriosas y costosas expediciones científicas, crece el interés por los estudios de Historia Natural, se impulsan los trabajos de Matemáticas, Física y Química, se determinan situaciones geográficas, se levantan mapas, se proyectan caminos reales o canales... "Deseábase entonces sinceramente —precisa el historiador argentino J. C. Arias Divito— que el estudio de la Naturaleza ocupase las inteligencias españolas y se prodigaban los medios conducentes a ello, por más dispendiosos que pareciesen, satisfaciendo a los hombres ilustrados y mostrando una elevación de pensamiento digna de imitarse en todos

Son muchos los científicos y escritores españoles que en el siglo xviil realizaron una actividad de primer orden. Basta citar, en apretado desfile, los ilustres nombres del alicantino Jorge Juan y Santacilia, y del sevillano Antonio de Ulloa y de la Torre Giral, quienes, junto a los sabios franceses Carlos María de La Condamine, José Jussien y otros, formaron parte de la expedición francoespañola que fue a medir un grado de meridiano terrestre y visitó, desde 1735 a 1746, toda la costa sudamericana del Pacífico, desde Panamá hasta Chiloé. Continuando con la tradición en los estudios botánicos, que se remontaba a las obras de Bernardino de Sahagún, Andrés Laguna, Gonzalo Fernández de Oviedo, José de Acosta, Francisco Hernández o Bernabé Cobo, recogieron Hipólito Ruiz y José Pavón, entre 1777 y 1787, la flora de Chile y Perú; el gaditano José Celestino Mutis, la de Nueva Granada, quien, además de ser maestro de toda una generación bogotana, propugnó la modernización de la técnica minera; la Expedición del marino Alejandro Malaspina, que circundó el continente americano por el cabo de Hornos y efectuó un extraordinario itinerario (1789-1794), recogiendo abundantes plantas. Tiene también renombre internacional el polifacético altoaragonés Félix de Azara, único investigador español citado varias veces por Darwin, soldado que centró su interés en los países rioplatenses como historiador, geógrafo, etnólogo y, especialmente, como zoólogo; sus descripciones históricas recuerdan en alguna ocasión las de otro altoaragonés, el médico, cosmógrafo y matemático Cosme Bueno y Alegre, fuente de muchas de las informaciones peruanas del valioso Diccionario geográfico, del soldado quiteño Antonio de Alcedo.

los tiempos". Estos vientos de renovación trajeron pronto halagüeños resultados, de los que llegaría a hablar maravillado aquel ilustre viajero investigador de varias regiones americanas que fue Alejandro de Humboldt: "El estudio de las Ciencias Naturales —escribía el sabio alemán— ha hecho grandes progresos, no sólo en Méjico, sino en todas las colonias españolas. Ningún gobierno europeo ha sacrificado sumas tan considerables como las que ha gastado España para adelantar el conocimiento de la Naturaleza. De tres expediciones botánicas, [...] han costado al tesoro al pie de cuatrocientos mil pesos. Además, se han establecido jardines botánicos en Manila y en las Islas Canarias. La comisión destinada a levantar los planos del canal de Los Guiñes exploró la producción vegetal de Cuba [...]. Los principios de la nueva química, que en las colonias españolas se denominan con el nombre algo equívoco de nueva filosofía,

A esas figuras señeras se une por derecho propio el médico jacetano Martín de Sessé y Lacasta (nacido en el pueblecito de Baraguás), quien con sus colaboradores, entre ellos el farmacéutico —también jacetano— Juan Diego del Castillo y López, realizó la Expedición Científica (1787-1803) al Virreinato de Nueva España, América Central, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo (3). Hay que destacar cómo la extraordinaria labor de muchos de

(1)

Cons. Francisco Morales Padrón, Historia general de América (tomo V del Manual de Historia Universal), capítulo XXIX: Las Américas del siglo xvm: la Ilustración. Madrid, Espasa-Calpe, 1962, págs. 661-689; Juan Carlos Arias Divito, Las expediciones científicas españolas durante el siglo xvm. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1968; Tomás Buesa Oliver, Ventura de unos aragoneses del siglo xvm en las Indias. Zaragoza, Institución "Fernando el Católico", 1979; del mismo, "Sobre Cosme Bueno y algunos de sus coetáneos", en Homenaje a Fernando Antonio Martínez. Bogotá, Instituto "Caro y Cuervo", 1979, págs. 332-372.

(2)

Texto citado por Morales Padrón, op. cit., pág. 675, y Arias Divito, op. cit. págs. 17-18; procede de la obra Ensayo político sobre el Reino de Nueva España. Méjico, Pedro Robredo, 1941.

(3)

Arias Divito, op. cit.; Vicente Martínez Tejero, s.v. Castillo y Sessé, en Gran enciclopedia aragonesa. Zaragoza, 1982; Javier Lozoya, Plantas y luces en México. La Real Expedición Científica a Nueva España (1787-1803). Barcelona, Ediciones del serbal, 1984; M." de los Angeles Calatayud Arinero, Catálogo de las expediciones y viajes científicos a América y Filipinas (siglos xvm y xix). Madrid, Museo Nacional de Ciencias Naturales, C.S.I.C., 1984, págs. 235-273; José Luis Maldonado Polo y otros autores, La Real Expedición Botánica a Nueva españa, 1787-1803. Madrid, Real Jardín Botánico, C.S.I.C. 1987 (en especial M.a Luisa Muñoz Calvo, "La aventura española de Martín de Sessé y José Mariano Mociño", págs. 221-242); Patricia D. Dávila Aranda y M.a Teresa Germán Ramírez, Herbario Nacional de México. México. Universidad Nacional Autónoma de México, 1991; Vicente Martínez Tejero, Catálogo de la exposición botánica aragonesa. Zaragoza, Centro de Documentación Bibliográfica Aragonesa, 1991; Tomás Buesa Oliver, "Jacetanos en América: El médico y naturalista Martín de Sessé", Jacetania, 149 (1991), págs. 21-23; M.a Luisa Cajal y Luis Villar, "Juan del Castillo, un jaqués olvidado", en El Pirineo Aragonés del 24 de junio de 1993, pág. 23.

17


los científicos y escritores citados, y de otros no mencionados, cualquiera que sea su faceta, se realizó en los años cruciales en que el sol político de España —adiós sin retorno— iba a dejar de lucir en casi todo un continente: los virreinatos se transformarían pronto en repúblicas autónomas. Pero el legado cultural de tantos beneméritos hombres, escritos unos en latín y la mayoría en la misma lengua del Diario de Colón, sería —ya— patrimonio común de ambas orillas hispánicas de la mar océana.

expedicionarios gracias a su envidiable tesón y paciencia ilimitada que Sessé supo inculcarles. Su pasión por el estudio de la Naturaleza y su entrega a la Ciencia salvaban las dificultades, contratiempos y rémoras administrativas. Cuando Sessé llega a México contaba treinta y cuatro años de edad y pronto forja varios proyectos: expedición científica por Nueva España, establecimiento de un jardín botánico y fundación de una Cátedra de Botánica para médicos en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México, más la creación de una Academia de Medicina Teórico-Práctica en el Hospital General de México, a semejanza de la del Real Hospital de Nuestra Señora de Gracia, de Zaragoza, en la que había adquirido su formación médica. Con dicha Academia se conseguiría —según Sessé— "el exterminio de innumerables saltimbanquis falsarios de la Facultad [de México], que con deshonor de ella y la mayor inhumanidad usurpan a un tiempo vida y tesoros".

La Real Expedición a Nueva España, ideada y dirigida por Martín de Sessé, está considerada como una de las más claras glorias de la historia científica de España en América. Aunque se recogieron bastantes animales y minerales, fundamentalmente tuvo un carácter botánico, ya que se pretendía obtener productos naturales de aplicación medicinal o industrial que ampliaran los descritos en el siglo XVI por el protomédico y naturalista Francisco Hernández. Durante trece fatigosos, laboriosos y fructíferos años, la Real Expedición recorrió llanuras, bosques, desiertos y montañas, recolectando paciente y minuciosamente fauna y flora neohispanas. Esta fue la más larga expedición científica española en América, con investigaciones de campo llevadas a cabo con un sorprendente itinerario que abarcó una trayectoria, por tierra, desde el puerto de San Francisco, en California, hasta la ciudad de León, en Nicaragua, y por mar, desde las Antillas (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo), hasta Nutka, en el actual Canadá. La extensión recorrida fue de más de 4.000 leguas. Las personalidades que con Sessé formaron la expedición fueron, además de los farmacéuticos y botánicos Juan Diego del Castillo (paisano del director) y Jaime Sensevé, el médico y botánico José Mariano Mociño y Losada (natural del Real y Minas de Temascaltepec, en el oeste de la ciudad de México), agregado a la expedición en 1790; el botánico extremeño Vicente Cervantes (natural de Zafra), el naturalista riojano José Longinos Martínez (nacido en Calahorra) y los pintores Vicente de la Cerda y José Antonio Echeverría, a los que hay que añadir cinco colaboradores circunstanciales.

Con todo ello —expedición, jardín botánico, Cátedra de Botánica y academia— Sessé pretendía renovar la investigación y la enseñanza de las Ciencias Naturales, coincidiendo con lo que estaba sucediendo en la metrópoli. Mediante tales instituciones —precisa Muñoz Calvo— se iban a asentar las bases de la reforma educativa —científica, botánica y médica— que adquiriría gran importancia en la vida intelectual de México, no sólo en la formación de sus médicos, sino también en toda la actividad universitaria que siguió pocos años después, cuando era ya una nación independiente. Gracias a su constancia pudo vencer cuantos obstáculos se oponían a sus deseos, en los que no le faltó la valiosa ayuda del Virrey Conde de Gálvez, y especialmente la de Casimiro Gómez Ortega, director del Real Jardín Botánico de Madrid, institución de la que dependían todas las expediciones científicas. A su valedor, Gómez Ortega, le decía Sessé en carta del 5 de enero de 1786, que transcribe Lozoya, 30: "He laborado tanto en esta preciosa idea [de la expedición] que no puedo descansar hasta que vea sus últimas resultas [...], es la única mira que puede detenerme en este clima, pues aunque esta capital y el señor Virrey no me escasean ninguna satisfacción, predomina en mí el amor de la dulce Patria, en quien no conoce otra ambición que la del honor y la de ser útil a la Humanidad [...]. Viajaré, si se ofrece, por lo más áspero, desierto y remoto de este vasto reino, como prometo en mi representación".

No parece casual la vinculación de Juan Diego del Castillo a la Real Expedición, tras haber sido, durante diecisiete años, Boticario Mayor del Real Hospital de Puerto Rico y, desde 1785, comisionado o corresponsal en dicha isla del Real Jardín Botánico de Madrid. En 1788, un año después que Sessé y a los cuarenta y tres de edad se incorporó para herborizar en la primera excursión, mostrando siempre ante sus nuevos compañeros un eficiente espíritu de colaboración. Su llegada a México "representó para Sessé un feliz acontecimiento, ya que le permitía realizar las herborizaciones en compañía de un experto, en el que sobresalían, según Gómez Ortega, además de sus conocimientos botánicos, el juicio y la inteligencia, junto con una larga experiencia vivida en el trópico. Por otra parte, no debe olvidarse que en tierras tan lejanas coincidían dos jacetanos, nacidos en localidades separadas tan sólo por nueve kilómetros" (Martínez Tejero). La prolongada estancia de Juan del Castillo en Puerto Rico y los cinco años que Sessé había permanecido en Cuba (1780-1785), primero como médico militar y después al frente del Hospital Real del Pilar, les ayudaría a soportar las penosas excursiones por tan vasto territorio, con una naturaleza muy diferente a la europea, viajes efectuados a lomos de muía o en frágiles embarcaciones fluviales, movidas con remos, aparte de enfermedades, molestias producidas por insectos y parásitos, peligro de irrupciones de indios, erupciones volcánicas, movimientos sísmicos..., más insidias humanas y el lento proceso burocrático con Madrid que tanto demoraba los trabajos. Todo lo soportaron los

Le comunica también a Gómez Ortega que está aprendiendo la lengua náhuatl con objeto de seguir las huellas en sus investigaciones del protomédico y naturalista Francisco Hernández, autor del reinado de Felipe II, que dio a conocer la naturaleza en sus tres reinos tradicionales; pensaba con razón que el punto de partida debía buscarse en las experiencias y conocimientos de los indios. "Me propongo —escribía—, aplicándome en este idioma tan elegante, demostrar que los nombres [indios] de las plantas concluyen la significación de su uso, a imitación del griego. Si logro poseerle [el idioma], como espero, por esta única ventaja podrá ser un compañero en la expedición botánica que ya anuncia...". Aprender el náhuatl, lengua polisintética tan distinta a la española, suponía un gran esfuerzo y dedicación para los peninsulares. La actitud de Sessé recuerda la de los misioneros, quienes para facilitar su labor evangélica tenían que dominar una lengua general indoamericana, ya que para la Corona los fines políticos de la presencia de España en el Nuevo Mundo eran fundamentalmente evangelizadores, no hispanizadores, por lo que muy pronto se crearon cátedras de lenguas indias en las Universidades, que se fundaron tan tempranamente. 18


Decidido a llevar a la práctica sus ambiciosos proyectos, conseguida en 1787 la dirección del Jardín y de la Expedición, dada por el monarca, hace un detallado presupuesto de gastos iniciales, pidiéndole a su amigo el arquitecto Miguel Costanzó que le diera el costo de la construcción de un edificio que albergaría las aulas, el herbario y el "gabinete" o museo y la biblioteca, además del jardín y de una vivienda para el catedrático de Botánica. Tras reducir el elevado cálculo inicial a la mitad, y con el fin de cumplir la Orden Real que exigía la autosuficiencia económica de la Cátedra y del Jardín, el incansable Sessé propone varias fórmulas para obtener los fondos que sufragaran el presupuesto: 1 l a edificación de una plaza de toros, con capacidad para quince mil neohispanos, tan aficionados a la fiesta brava, para cuyo coso taurino el arquitecto diseñó unos bellos planos; 2.°, que las ganancias de la lotería virreinal fueran destinadas temporalmente; 3.°, un impuesto especial que dos veces al año deberían abonar todas las boticas del Virreinato por su rigurosa inspección; 4.°, los vagos, malvivientes, borrachos y "otras especies de delincuentes" fueran utilizados para la construcción y jardinería. Todo fue en vano al ser rechazadas las propuestas del optimista Sessé.

la Armada, y de aquí a Puerto Rico, se sintió enfermo gravemente en plena excursión por las frías tierras montañosas del norte de México (zona de Tanahumara), viaje que estaba realizando con el citado médico mexicano José Mariano Mociño, su amigo expedicionario y muy vinculado lealmente a Sessé. Decidió Mociño trasladarlo a Aguascalientes y de aquí a la capital, en donde pocos meses después murió, el 26 de julio de 1793, a los cuarenta y ocho años de edad, como consecuencia, según diagnóstico de Sessé, de escorbuto o, según su amigo Vicente Cervantes, de una obstrucción en el píloro. De él puede decirse que dio su vida por la Ciencia. Persona de gran generosidad, igual que su compatriota Sessé, dejó en su testamento un legado de 4.000 pesos para ayudar a la impresión de la Flora mexicana, obra en la que había trabajado con tanta ilusión, entusiasmo y esmero; si no se realizaba la impresión en el plazo de seis años después de terminada la Expedición, dicha cantidad debía dedicarse a fundar un pósito de granos en su ciudad natal de Jaca, con la finalidad de socorrer a los vecinos labradores necesitados. De él se conserva en el Real Jardín Botánico de Madrid un manuscrito, como prueba de su labor investigadora, titulado Plantas descritas en el viaje de Acapulco.

Pese a la animadversión de la Universidad y del Protomedicato, poco amigos de novedades y con recelos profesionales y económicos, en una casa particular inauguró el director con toda solemnidad, el 20 de diciembre de 1788, el Jardín y la Cátedra de Botánica, la cual quedó incorporada a la carrera de Medicina en la Real y Pontificia Universidad de México. Nunca llegarían a desaparecer completamente en determinados profesionales la animosidad y desconfianza hacia la obra y la persona del médico aragonés, quien, decidido a terminar con todas las querellas de sus colegas y competidores, solicitó en 1792 el nombramiento de "Médico de Cámara de Su Majestad", título que había tenido Francisco Hernández. La petición fue denegada por Carlos IV, a pesar de ir avalada por el Virrey, negativa que supuso un gran disgusto para Sessé. Pasaron los años y sus entonces discutidas reformas de la enseñanza médica en la Universidad de México triunfaron cuando el país era ya independiente. "Sin embargo —según precisiones del historiador mexicano Lozoya, 188— cabe aclarar que el esfuerzo de Sessé por lograr que el plan de estudios de la Universidad de México diera cabida a la Zoología, la Mineralogía, la Química y las Matemáticas junto con otros aspectos de innovación indispensables, no cayeron totalmente en el vacío. Su influencia tuvo mucho mayor éxito de lo esperado gracias a los discípulos de su Jardín Botánico que quedaron en México y modificaron posteriormente el plan

Debió conmocionar al grupo —comenta Lozoya, 134— la muerte de Juan Diego del Castillo, primero de los miembros de la expedición que sucumbió ante los esfuerzos y dificultades de una ardua vida, llena de grandes privaciones y de profunda soledad. Su compañero Vicente Cervantes —añade Lozoya— propuso entonces que el famoso "árbol del ule" mexicano, que tanto utilizaron los aztecas, prehispánicos y cuya resina elástica seguía teniendo usos entre la población, se denominara científicamente Castilla elastica "en justo homenaje a la amistad del benemérito profesor, farmacéutico y botánico don Juan del Castillo, a cuya memoria ha querido consagrarlo la Expedición Botánica de este Reyno, nombrándolo en obsequio de sus tareas y generosidades". Todos se sumaron a la propuesta, salvo el riojano José Longinos, el díscolo de la Expedición que tantos quebraderos de cabeza proporcionó a Sessé y a todos los expedicionarios, que rehuían su compañía en las excursiones. La pérdida del eficiente Del Castillo introdujo algunos cambios y retrasó la salida de los grupos. Mucho más grave fue la sustitución de Del Castillo y de otro expedicionario, que no agradó a Carlos IV, hasta el punto de que intentó dar fin a la Expedición; sin embargo Sessé pudo salvarla, argumentando con energía las excelentes cualidades y capacidad de los nuevos expedicionarios, los médicos José Maldonado y José Mariano Mociño.

de estudios".

En la Real Expedición Botánica de Nueva España, calificada de titánica, sus integrantes tuvieron que vencer muchos más inconvenientes, tanto materiales como humanos; pero no impidieron que llegase a España un valiosísimo material científico. Humboldt nunca dejó de elogiar el progreso que había supuesto para las Ciencias Naturales la Expedición Botánica y la creación del Jardín Botánico.

Durísimo golpe recibió Sessé con el fallecimiento de su paisano, entrañable amigo y experto botánico Juan Diego del Castillo, óbito ocurrido a los cinco años de haber comenzado la Expedición sus tareas de campo. Este boticario, que había ejercido su profesión en su ciudad natal de Jaca y en Almudévar, de donde había pasado a Cádiz como boticario de

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Catedral romรกnica de Jaca.Siglo XI

Pila bautismal de la Catedral, donde fue bautizado J. del Castillo


FONDOS DOCUMENTALES MANUSCRITOS E ICONOGRÁFICOS DE LA REAL EXPEDICIÓN BOTÁNICA A NUEVA ESPAÑA EN EL ARCHIVO DEL REAL JARDÍN BOTÁNICO

En efecto, las aportaciones que la Real Expedición Botánica hacía a los conocimientos que se tenían en la época sobre la flora centroamericana eran enormes. Hay que tener en cuenta que a mediados del siglo xviii la mayor parte de la información que llegaba a Europa sobre la Historia Natural de Méjico se iba adquiriendo a través de los relatos de diversos viajeros que visitaban aquellos territorios. Sólo se había realizado un intento de exploración sistemática de la flora y fauna de Nueva España durante el reinado de Felipe II, quien comisionó a su médico, Francisco Hernández (1570-77), para llevar a cabo dicha exploración, aunque su historia sobre las plantas, animales y minerales de Méjico no vería la luz hasta 1651 en Italia (3). A semejanza de Hernández, de algún modo, el franciscano Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia General de las Cosas de Nueva España, y los autores de tratados de medicina Gregorio López y Agustín Farfán estudiarían las plantas naturales de Méjico. La gran enciclopedia francesa del siglo XVIII titulada Histoire des Voyages, dice en 1754 que los viajeros de la época hablaban de Méjico como de una de las regiones más agradables y fértiles del globo y remite, entre otras, a las descripciones de Herrera, Labat, Carreri, Gage y Acosta, y éste a su vez a Francisco Hernández.

María Pilar de San Pío Aladrén Conservadora del Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid, C. S. I. C.

Introducción La situación económica de España al despertar el siglo xix, cuando regresan a la Península los miembros de la Real Expedición Botánica de Nueva España (1787-1803), era lamentable. El Estado estaba lleno de deudas por los enormes gastos ocasionados por las guerras, tanto continentales como marítimas, que había mantenido en el siglo anterior. Habría de agravar aún más la situación reinante en aquellos años la grave epidemia de peste que se declaró en 1800 en la ciudad de Cádiz y que fue extendiéndose por el litoral meridional, al mismo tiempo que otra epidemia de distinta índole se propagaba por las dos Castillas. Después de un breve período de paz con Gran Bretaña, Carlos IV volvería a declararle de nuevo la guerra en 1804. La inestabilidad política derivaría en la invasión napoleónica de 1808, con las subsiguientes discordias civiles y posterior Guerra de la Independencia española frentre a los franceses.

La Expedición Botánica a Nueva España se planteó, en parte, como una continuación de ésta de Francisco Hernández, cuya obra estaba en aquel momento en vías de impresión en Madrid, bajo la dirección del entonces director del Jardín Botánico, Casimiro Gómez Ortega. El manuscrito de Hernández De Historia Plantarum Novae Hispaniae había aparecido en el Colegio Imperial de Madrid y existía un ambiente favorable para la realización de una nueva comisión científica en aquellos territorios.

Movidas por el espíritu de la Ilustración, que tanto adelantó el estudio de las ciencias en el siglo xviii, varias expediciones habían ido a estudiar la Historia Natural de las provincias ultramarinas durante el reinado de Carlos III. Pero es fácil imaginar que, en el medio agitado e inquieto que hallaron a su regreso, estas interesantes comisiones científicas no pudieron dar todos los frutos que encerraban. El mundo intelectual sufriría por la situación inestable de aquellos años. Curiosamente, sin embargo, se debe resaltar que durante el reinado de Carlos IV una de las ciencias que, a pesar de la crisis general, siguió recibiendo gran apoyo por parte del Gobierno fue la Botánica. Baste recordar que llegó incluso a estar decretada la creación de veinticuatro escuelas o institutos de agricultura práctica en los dominios europeos y ultramarinos, aunque el proyecto no llegó a realizarse porque su planteamiento y organización exigían medios que no se pudieron reunir (1).

La continuación de la obra de Hernández fue sólo en parte causa de la Expedición, ya que la idea original fue de uno de los hombres a quienes está dedicado el presente homenaje, el médico jacetano Martín de Sessé (1751-1808). Éste solicitaba repetidamente el establecimiento de una cátedra de Botánica con Jardín en Méjico en la que se impartiera enseñanza basada en los principios linneanos, y la formación de una Academia de Medicina Teórico-Práctica (4). La idea fue convertida por Casimiro Gómez Ortega en una completa exploración científica para profundizar en la Historia Natural de Nueva España (5). Ya en su obra titulada Bosquejo Histórico y Estadístico, Miguel Colmeiro definía en 1875 el Jardín Botánico como un centro científico cuya acción no se limitaba a propagar en la capital del Estado y generalizar los conocimientos de las plantas, sino que tenía también como misión el formar profesores que fundasen otros centros. Así, señala el celo que puso Gómez Ortega en promover y facilitar nuevos estudios e investigaciones y como prueba de ello cita las expediciones científicas.

Así, desgraciadamente, a pesar del gran interés por la Botánica de Carlos IV, los resultados de las expediciones habrían de ser desaprovechados en aquellos momentos (2). La muerte del gran botánico Antonio José de Cavanilles en 1804, cuando estaba aún en prensa el primer volumen de su famoso Hortus Regius Matritensis, no favorecería el aprovechamiento de los valiosos materiales recolectados en América, que irían a parar a veces incluso a manos de extraños. Aun hoy se puede decir que ha sido rescatada sólo en parte la labor de los expedicionarios y que es preciso recoger los ecos dispersos del gran esfuerzo que se realizó.

Sin embargo, a pesar del gran interés por progresar en el conocimiento de la Naturaleza americana, los trabajos que se

(1)

Véase Gaceta de Madrid de 14 de marzo de 1806.

(2)

Véase Enrique Álvarez López, "Noticias y papeles de la Expedición científica mejicana dirigida por Sessé", Anales Inst. Bot. A. J. Cavanilles, t. X, vol. 2, pp. 5-79. Madrid, 1951.

(3) (4)

La obra recibió el nombre de: Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus, seu plantarum, animalium et mineralium mexicanorum Historia ex Francisci Hernández, Roma, 1649. Documento 30 de enero de 1785, ARJB div. V, 1, 1, 1.

(5)

ARJBV, 1 , 1 , 3 .

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prepararon no verían la luz hasta un siglo más tarde, cuando, por insistencia del Gobierno mejicano, llegaron a publicarse dos de los manuscritos, ambos sin ilustraciones, por la Sociedad de Historia Natural de Méjico y por la Secretaría de Fomento: en 1891 la Flora Mexicana y en 1893 Plantae Novae Hispaniae (6).

española, no fue por iniciativa del Estado sino resultado del gran entusiasmo de Martín de Sessé. Éste, como se ha apuntado anteriormente, contó desde el principio con el apoyo incondicional de Gómez Ortega. Así lo confirma la correspondencia entre Sessé y Gómez Ortega: de la unión de estos dos impulsos nacería esta expedición, una de las más interesantes empresas científicas del siglo xviii español. La documentación conservada en el Archivo del Real Jardín Botánico está contenida actualmente en la llamada "División V", y constituida en la parte de documentación manuscrita por siete legajos y en la parte gráfica por una colección de 119 dibujos, de gran belleza, a la acuarela.

Fondos documentales Los documentos, tanto manuscritos como gráficos, que han llegado hasta nosotros se encuentran en diversos archivos. Además de la importante serie conservada en el Real Jardín Botánico, se encuentran también papeles de gran interés en otros lugares:

La organización de los documentos es cronológica y por materias y en éstas, como en el resto de las divisiones, atiende a los siguientes apartados: Documentación administrativa, Correspondencia y Documentación científica. Su contenido es enormemente rico y variado, documentos desde 1785 de gran valor científico e indispensables para conocer la historia de la ciencia en el XVIII.

En Madrid, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en la serie Expedición Botánica, fondos del antiguo Gabinete de Historia Natural, sobre todo referentes a temas de Zoología. En Pittsburgh (Pennsylvania, Estados Unidos), en el Hunt Institute of Botanical Documentantion de la Carnegie-Mellon University, que curiosamente posee la mayor parte de la colección iconográfica, alrededor de 2.000 dibujos a la acuarela. Éstos se encontraban en paradero desconocido desde 1820 y fueron adquiridos en 1981 por dicha institución, tras ser hallados en poder de la familia Torner de Barcelona, como se verá más adelante. Son estos dibujos piezas básicas para aquellos que quieran fijar la identidad de las plantas descritas por el ilustre botánico ginebrino Augustin De Candolle en base a los mismos.

Un breve recorrido por esta serie documental nos puede servir para descubrir la trama en torno a la cual se desarrolló la expedición y los pasos que se dieron en torno a ella en años posteriores. Ya el 30 de enero de 1785 Martín de Sessé expresa en carta a Gómez Ortega desde La Habana su interés por el establecimiento de una "cátedra de Botánica con Jardín" en Méjico, a la vez que se formaba una Academia de Medicina Teórico-Práctica en el Hospital General "sobre los mismos principios y reglas que las del Real de N.a S.a de Gracia en Zaragoza" (7), siendo comisionado correspondiente del Real Jardín Botánico en la ciudad de Méjico en mayo siguiente. Se guarda en el Archivo una copia de la Real Cédula de 20 de marzo de 1787 que nombra a Martín de Sessé director de la Expedición Botánica a Nueva España y del Jardín y determina los botánicos naturalistas encargados de explorar "la parte de la América Meridional sujeta al dominio de España". La Real Cédula de 20 de marzo decía: "Por cuanto conviene a mi servicio se examinen, dibujen y describan metódicamente las producciones naturales de mis fértiles dominios de nueva España" (8).

En Ginebra (Suiza), en el Conservatoire et Jardin Botaniques, hay una colección de 1.000 copias de los dibujos, realizadas por orden de De Candolle con ocasión de la estancia en dicha ciudad del botánico de la Expedición, José Mariano Mociño, así como 300 dibujos más, originales duplicados por los mismos artistas de la Expedición que Mociño regaló a De Candolle. En Méjico, en el Archivo General de la Nación, hay documentación importante sobre la Expedición, seis volúmenes, bajo el título Expedición Botánica, en la Sección de Historia.

Entre la correspondencia botánica de la expedición se encuentran cartas referentes a los preparativos e inauguración del Jardín Botánico de Méjico, que tendría finalmente lugar en mayo de 1788.

Manuscritos y dibujos conservados en el Real Jardín Botánico En el Archivo del Real Jardín Botánico se conserva, en efecto, en la Sección de Expediciones Científicas, una importante serie documental correspondiente a la Real Expedición Botánica. El estudio de dichos papeles es indispensable para conocer la realidad de esta interesantísima empresa científica del siglo XVIII español y , por ello, los investigadores estudiosos de la Expedición consultan con frecuencia esta valiosa documentación.

La documentación registra las sucesivas incorporaciones de los personajes a la expedición, señala las nuevas etapas en las exploraciones y da noticia de los diversos envíos de plantas, dibujos y manuscritos que se hicieron, a menudo también a través de la correspondencia que mantienen Sessé y Gómez Ortega, a quien dirige Sessé las primeras remisiones. Se encuentran noticias de los participantes en la expedición: del otro gran botánico aragonés oriundo de Jaca, el farmacéutico Juan Diego del Castillo, comisionado del Jardín Botánico de Madrid en Puerto Rico (9), incorporado en 1788 a la expedición; de Vicente Cervantes, farmacéutico y botánico

Fueron muchos los proyectos científicos emprendidos desde el Jardín Botánico y patrocinados por la Corona, pero en el caso de la Expedición Botánica, el análisis de sus documentos nos hace pensar que, a diferencia de otras de la Ilustración

(6)

Álvarez considera que estas dos floras son fruto de las primeras exploraciones. Se plantea cómo llegó Plantae Novae al Archivo del Real Jardín Botánico; según Rickett, una carta de Sessé, fechada el 22 de junio de 1791 en Guadalajara, habla del envío de dos volúmenes manuscritos. Las remisiones figuran en las cartas de 1786, agosto 3; 1787, marzo 27; 1789, febrero 26 y 1789, marzo 24.

(7)

Archivo del Real Jardín Botánico, V, 1, 1, 1.

(8)

Real Título, 20 de marzo de 1787. MCN. Exp. Bot. NE.

(9)

Véase la carta de J. D. del Castillo a C. Gómez Ortega agradeciendo el título de comisionado, en el Archivo del Real Jardín Botánico, I, 20, 2, 1.

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natural de Extremadura que había sido discípulo de Casimiro Gómez Ortega y entró desde el principio a ser catedrático de la nueva cátedra de Botánica en Méjico; de José Longinos Martínez, naturalista, que había sido condiscípulo de Cervantes en el Jardín Botánico de Madrid y que reconoció el noroeste de Méjico y las costas de California en 1792; de Jaime Sensevé, farmacéutico español residente en Méjico; de José Mariano Mociño (1757-1819), joven médico mejicano que se incorpora en 1790 (10), formado por Cervantes y del que Sessé habla, al igual que de Maldonado, como discípulos aventajados en 1794; y de los pintores-dibujantes que fueron solicitados por Sessé en agosto de 1787 para la Expedición: Vicente de la Cerda y José Atanasio Echeverría. El dibujo es instrumento indispensable para el desarrollo de los estudios botánicos y, desde el Renacimiento, importante auxiliar de toda ciencia. Por ello desde el principio se decidió dotar a la expedición de un buen equipo de dibujantes que deberían trabajar con los científicos tanto en el campo como en el laboratorio. Los pasos dados para la selección de éstos se pueden seguir a través de la correspondencia entre Sessé y Gómez Ortega. Los resultados fueron muy buenos. En cuanto a su calidad técnica y artística, el trabajo de Echeverría es comparable al de cualquier otro artista en el campo de la ilustración científica. Pero sin menospreciar el valor artístico de los dibujos, su valor principal es, sin duda, el significado histórico artístico. Usaban acuarelas, coloreando únicamente los elementos del dibujo necesarios para servir de modelo a aquellos que colorearan las futuras estampas una vez grabadas. Los dibujos son de tal precisión que sirven para distinguir plantas que parecen iguales en las descripciones de Sessé.

publicación de los materiales. Mociño, acusado de afrancesado, se llevó los manuscritos y dibujos correspondientes a la Flora Mexicana a Montpellier (Francia) en 1814. Desde allí mantuvo correspondencia con Mariano de Lagasca (13). En esa ciudad estudió, junto a Augustin De Candolle, los dibujos, a quien se los dejaría llevar a Ginebra cuando en 1816 se trasladó a aquel jardín botánico. Cuando Mociño pudo regresar a España, en 1818, se los pidió a De Candolle y éste los hizo copiar con urgencia antes de devolvérselos. Mociño le regaló una serie de 305 duplicados originales. Gracias a la comunicación con De Candolle, durante la emigración de Mociño se pudieron estudiar lo dibujos. Mociño moriría poco después, en 1820, y los dibujos desaparecieron. Después se supo que habían pasado a manos del médico que le asistió y que en 1848 se hallaban en poder de un descendiente suyo llamado Felipe Esteva. Desde 1880 estuvieron en manos de la familia Torner de Barcelona. En 1883 empezaron las gestiones de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Méjico para la publicación de la Flora Mexicana y de Plantae Novae Hispaniae, y el entonces director del Real Jardín Botánico, Miguel Colmeiro (14), mantuvo correspondencia con Ramón Corona, embajador de Méjico en Madrid, con Carlos Pacheco, Secretario de Fomento, Industria y Comercio de Méjico, y con el Director General de Instrucción Pública español, sobre la posibilidad de conseguir las láminas para incluirlas en la publicación; documentación que se halla igualmente en el Archivo del Jardín. También se halla la noticia del traslado por Claudio Boutelou de manuscritos de la expedición desde la última habitación que ocupó Mociño en el Gabinete de Historia Natural al Jardín Botánico. En el índice, fechado en 1815, de los papeles, dibujos y plantas secas de la Expedición Botánica de Nueva España, realizado por Simón de Rojas Clemente, a la sazón bibliotecario del Real Jardín Botánico, figura lo recuperado por Boutelou.

La expedición realizó tres grandes excursiones botánicas en territorio mejicano hasta 1791 y los siguientes viajes científicos: a California, por Longinos, a Guatemala y Nutka, en el actual Canadá, por Mociño, y a las islas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, por Sessé. Desplegó gran actividad de 1795 a 1803, herborizando y recolectando materiales para ser posteriormente estudiados antes de enviarlos a España.

En 1819 Mariano de Lagasca, director del Real Jardín Botánico, hizo un inventario de plantas secas, dibujos, manuscritos y láminas de Historia Natural que estaban en poder de Eugenia Elizondo, y habían pertenecido anteriormente al doctor Eugenio Peña, catedrático del Colegio de San Carlos de Madrid. Quedaron éstos depositados para ello en el Real Jardín Botánico, y correspondían en parte a la obra Plantae Novae Hispaniae. En 1821 consta que Martín de los Heros pidió a Lagasca que hiciese una valoración de los materiales de Mociño que vendía E. Elizondo.

Junto con los herbarios eran remitidos a la Península los correspondientes índices y las descripciones de los géneros y especies que estudiaban. Entre ellas cabe citar, por ejemplo, los siguientes documentos: "Plantas descritas por Don Juan del Castillo en el viaje a Acapulco" (11), la "Flora de Guatemala", preparada por José Mariano Mociño, y los notables manuscritos Plantae Novae Hispaniae y la Flora Mexicana (12). En 1803 volvieron los expedicionarios a España. Sessé vino trayendo herbarios, dibujos, manuscritos y otros objetos. El propio Sessé dice que pasaban de 3.500 los pliegos de su herbario. Los dibujos eran 1.400. Se pueden estudiar los resultados a través de los envíos y de las cartas que se cruzaron para la publicación de los mismos, porque los naturalistas que tomaron parte en esta expedición apenas vieron publicada e impresa alguna página de su labor. Los materiales quedaron inéditos, como se ha dicho anteriormente, y mucho se perdió por los acontecimientos de años posteriores.

En la actualidad, la totalidad de los documentos se hallan inventariados y catalogados en forma informatizada, siendo muy fácil y rápido el acceso a su contenido por ordenador. Queda pendiente la publicación del catálogo impreso de los mismos. Para ayuda de los investigadores y protección de los documentos, se está llevando a cabo la microfilmación sistemática de los manuscritos. De este modo los estudiosos podrán, además de ver cómodamente los documentos en una pantalla sin que sufran ningún deterioro, obtener ellos mismos las reproducciones de los que necesiten.

Muerto Sessé, fue para Mociño una preocupación la

(10)

Sobre la incorporación de Mociño véase el artículo de H. W. Rickett en "The Royal Botanical Expedition to New Spain", en Chronica Bot., Waltham, Mas., 1947.

(11)

ARJBV, 1,3, 5.

(12)

Ver "Las tres primeras campañas de la expedición científica dirigida por Sessé y sus resultados botánicos", por Enrique Álvarez, en Anales Inst. Bot. Cavanilles, t. IX, vol. 1 y t. X, vol. 2,1951-1953.

(13)

Véase Archivo del Real Jardín Botánico, Div. I, leg. 56, carp. 9, docs. 11, 12 y 13.

(14)

Archivo del Real Jardín Botánico, Div. 1, leg. 90, carpeta 7, doc. 1.

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Los dibujos, cuyo catálogo se publicó en el libro editado con motivo de la exposición sobre la Expedición Botánica en el Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico en 1987, se hallan, en su gran mayoría, en buenas condiciones de conservación; sólo cinco de ellos están pendientes de restauración. Se han hecho reproducciones fotográficas en diapositivas de 35 mm. de todos ellos, y se tiene ya una colección importante de transparencias fotográficas en 9 x 12 cm. de gran calidad, aptas para reproducción en libros o trabajos.

y evitando en lo posible el manejo de los originales y su exposición a la luz. Desde el Real Jardín Botánico se atiende de modo especial el cuidado de esta colección, procurando siempre combinar la máxima accesibilidad de los investigadores a la documentación con el mantenimiento de su buen estado de conservación. • • •

En nombre del Director del Jardín Botánico, Dr. Santiago Castroviejo, y en el mío propio —como aragonesa de origen— me congratulo de que veinte de las láminas de plantas mejicanas conservadas en nuestro Archivo se publiquen en este Homenaje de los naturalistas españoles y mejicanos a Sessé y Castillo, en Jaca, su ciudad natal.

Para todo el fondo se ha establecido un programa de conservación preventiva, procediendo a la mejora de la instalación de los documentos, tanto manuscritos como gráficos, en carpetas libres de ácido; procurándoles unas condiciones ambientales adecuadas de temperatura y humedad,

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5. ARIAS DIVITO, J. C. (1968). Las expediciones científicas españolas durante el siglo xviii. Ediciones Cultura Hispánica. Madrid. 427 págs., 59 láminas

APROXIMACIÓN A LA BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA CON SESSÉ, CASTILLO Y SU ACTIVIDAD CIENTÍFICA Luis Villar y M. Luisa Cajal

6. BARRAS DE ARAGÓN, F. (1950). "Notas para una historia de la Expedición Botánica a Nueva España". Anuario de Estudios Americanos, 7: 411-469.

Instituto Pirenaico de Ecología, C.S.I.C.

Al promover y coordinar el presente Homenaje a Sessé y Castillo desde Jaca, hemos tenido contactos personales o epistolares con los diversos autores de este folleto, quienes han tenido a bien suministrarnos ejemplares de sus trabajos o bibliografía relacionada con el tema que nos ocupa.

7. BLANCO FERNÁNDEZ DE CALEYA, P. (1987). "Los Herbarios de Sessé y Mociño". In La Real Expedición Botánica a Nueva España, 1787-1803: 253-260. C.S.I.C. Real Jardín Botánico. Madrid. 8. BUESA OLIVER, T. (1979). Ventura de unos aragoneses del siglo xviii en las Indias. Institución "Fernando el Católico" n.° 688: 3-20.

Por ello, sin ánimo de ser exhaustivos, nos ha parecido oportuno recopilar las referencias bibliográficas de los artículos o libros que tratan aspectos biográficos de nuestros ilustres naturalistas y, en especial, resaltan la importancia de su obra botánica y científica en general.

9. BUESA OLIVER, T. (1991). "Jacetanos en América. El médico y naturalista Martín de Sessé". Jacetania, 149: 21-23.

Cabe destacar cómo, por las circunstancias históricas, España descuidó el estudio y publicación de los resultados de la expedición que con tan altas miras y buenos medios organizara; así, la propia obra de nuestros botánicos tardó un siglo en ver la luz —y sólo fragmentariamente— en Méjico, entre 1887 y 1897. Por desgracia, ni Sessé ni Castillo pudieron completar sus investigaciones ni ver cumplida su gran ilusión de que sus trabajos se imprimieran. Luego escasean mucho los estudios sobre su magna labor hasta que en 1950, precisamente en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural —entidad colaboradora del presente homenaje—, el profesor ÁLVAREZ LÓPEZ devolvió la atención hacia la Expedición Científica a Nueva España y sus protagonistas, atención que, por suerte, ya no ha cesado hasta nuestros días a uno y otro lado del Atlántico; aparte de estos trabajos, en nuestra lengua las obras más citadas son las de ARIAS DIVITO y LOZOYA. También sobresale la exposición que organizó y el volumen que publicó el Real Jardín Botánico de Madrid en 1987 bajo el título La Real Expedición Botánica a Nueva España, 1787-1803; no obstante, como dicho libro se agotó en seguida, en aquella institución piensan en una nueva edición corregida y aumentada.

10. CALATAYUD ARINERO, M. A. (1984). "Expedición Botánica a Nueva España" 1787-¿1797? (Flora Mejicana)". In Catálogo de las Expediciones y Viajes Científicos Españoles a América y Filipinas (siglos xviii y XIX), Fondos del Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales: 235-273. C.S.I.C. M.N.C.N., Madrid. 11. CALATAYUD ARINERO, M. A. (1987). "Los fondo documentales de la Expedición de Nueva España en el Museo de Ciencias Naturales". In La Real Expedición Botánica a Nueva España, 1787-1903: 243-252: C.S.I.C. Real Jardín Botánico. Madrid. 12. CARREÑO, A. M. (ed. 1913) Noticias de Nutka. Diccionario de la lengua de los nutkeses y descripción del volcán de Tuxtla, por Joseph Mariano Moziño Suárez de Figueroa, precedidos de una noticia acerca del Dr. Moziño y de la Expedición científica del siglo XV///. Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística: [I-V] VI-CIX, [1-5] 6-117 + índice. Mexico. 13. DÁVILA ARANDA, P. & GERMÁN RAMÍREZ, M. T. (1991). Herbario Nacional de México. 104 pp. Univ. Nac. Autónoma de México.

Sirva esta modesta aportación para animar a los jóvenes hacia los estudios históricos o botánicos y que por ese interés se lleguen a publicar los resultados y trabajos inéditos que nos dejaron aquéllos y otros botánicos de la Ilustración. De ese modo no sólo se honraría su memoria, sino que se cumplirían sus últimos deseos.

14. DÍAZ, L. (1971). "El jardín botánico de Nueva España y la obra de Sessé según los documentos mexicanos". Rev. Hist. Mex., 27 (1): 49-70.

Agradecemos su información a cuantas personas nos han ayudado, tanto desde España como desde Méjico y California.

15. ENGSTRAND, I. H. W. (1985). "Pictures from an Expedition. After two centuries, an illfated royal expedition finally bears fruit". The Sciences, 5 pp.

La relación numerada de 49 títulos es también alfabética de autores, y dentro de cada uno de ellos, cronológica.

16. ENGSTRAND, I. (1981). Spanish scientists in the New World. The eighteenth century expeditions. Seattle & London, University of Washington Press. XIV, 220 pp.

1. ÁLVAREZ LÓPEZ, E. (1950a). "Notas sobre la expedición científica mejicana dirigida por Sessé. (Algunas cuestiones de sinonimia y prioridad botánica)". Bol. Real Soc. Esp. Hist. Nat., Secc. Biol, 48: 259-279.

17. ENGSTRAND, I. (1984) "The Unopened Gift: Spain's contributions to Science during the Age of Enlightenment". Terra, 22(6): 11-17.

2. ÁLVAREZ LÓPEZ, E. (1950b). "Algunas noticias sobre la expedición científica mejicana dirigida por Sessé". Discurso en la Real Sociedad Española de Historia Natural. Madrid, octubre.

18. ENGSTRAND, I. H. W. (1990). "Mexico's pioneer naturalist and the Spanish enlightenment". The historian, 53 (1): 17-32. 19. FERNÁNDEZ PÉREZ, J. L. & PELAYO LÓPEZ, F. (1987). "La contribución faunística de la Expedición a Nueva España. Real Expedición Botánica a Nueva España, 1787-1903": 261-274. C.S.I.C. Real Jardín Botánico. Madrid.

3. ÁLVAREZ LÓPEZ, Enrique (1951). "Noticias y papeles de la expedición científica mejicana, dirigida por Sessé". Anales lnst. Bot. Cavanilles, 10 (2): 5-78. 4. ÁLVAREZ LÓPEZ, Enrique (1951). "Las tres primeras campañas de la expedición científica dirigida por Sessé y sus resultados científicos". Anales lnst. Bot. Cavanilles, 11 (1): 40-141.

20. GOMIS BLANCO, A. (1987). "Sessé y la expedición de Mopox a Cuba". In La Real Expedición Botánica a Nueva 25


España, 1787-1803: 209-220. C.S.I.C. Real Jardín Botánico. Madrid.

Martín Sessé y José Mariano Mociño. La Real Expedición Botánica a Nueva España, 1787-1803: 221-242. C.S.I.C. Madrid.

21. GOMIS, A.; JOSA, J.; FERNÁNDEZ J. & PELAYO, F. (1988). Historia Natural. Catálogo ilustrado. Siglos XVIII y XIX. Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid.

38. PUERTO, F. J. (1988). La ilusión quebrada. Botánica, Sanidad y política científica en la España ilustrada. Ed. Serbal. Barcelona.

22. GRUPO 'NONO ART'. (1986). Los aragoneses y el Nuevo Mundo. Caja de Ahorros de la Inmaculada. Zaragoza. 188 pp.

39. RAMÍREZ, R. (1890). "Reseña de la Expedición de Historia Natural dirigida por Martín de Sessé". Flora Mexicana (prólogo): iii-xi. Secretaría de Fomento, México.

23. JACOBSEN, T. D. (1981). "Long-lost Sessé and Mociño illustrations adcquired". Bull. Hunt lnst. Bot. Doc., 3 (1): 1-2.

40. RAMÍREZ, J. (1900). "Los escritos inéditos de Martín de Sessé y José Mariano Mociño". La Naturaleza, 11 (3): 381-388.

24. LATASSA, F. (1801). Biblioteca nueva de escritores aragoneses que florecieron desde el año 1753 hasta el 1795. Pamplona.

41. RAMÍREZ, J. (1903). "Noticias acerca de algunas láminas de la iconografía inédita de la Flora Mexicana de Sessé y Mociño". Anales lnst. Med. Nac. México, 8: 66-84.

25. LOSA QUINTANA, J. M. & GIMÉNEZ GIMÉNEZ, M. A. (1987). El descubrimiento científico del árbol del ule (caucho) en Nueva España. Bol. Soc. Española Hist. Farmacia, 38: 149-150,165-168.

42. RICKETT, H. W. (1947). "The Royal Botanical Expedition to New Spain". Chron. Bot. 11:1-86, pl. 44-52. 43. SAN PÍO, M.a Pilar de (1992). "El Archivo del Real Jardín Botánico". In Láminas de Naturalistas Españoles. Colecciones de Historia Natural. CSIC. Madrid.

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27. Mc VAUGH, R. (1969a). "El itinerario y las colectas de Sessé y Mociño en Mexico". Bol. Soc. Bot. México, 30: 137-142, 1 mapa.

45. SESSÉ, M. & MOCIÑO, J. M. (1891-1897). Flora mexicana a Martino Sessé et Josepho Marianno Moçiño exarata. La Naturaleza, ser. 2 (apéndice).

28. Mc VAUGH, R. (1969b). Les herbiers de Génève et l'Expédition Royal de Botanique de la Nouvelle Espagne. Musées de Génève, 42. 29. Mc VAUGH, R. (1972). "Martín de Sessé y Lacasta in Botanical Exploration in Nueva Galicia, México". Contr. Univ. Michigan Herb., 9: 305-310.

46. SESSÉ, M. & MOCIÑO, J. M. (1893). Plantae Novae Hispaniae. 2.a ed. Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento. México.

30. Mc VAUGH, R. (1977). "Botanical Results of the Sessé and Mociño's Expedition (1787-1803) I. Summary of excursions and travels", Contributions from the University of Michigan Herbarium, 11 (3): 97-195.

47. SESSE, M. & MOCIÑO, J. M. (1894) Flora mexicana a Martino Sessé et Josepho Marianno Moçiño exarata. 2.a ed. Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento. México. 48. SPRAGUE, T. A. (1926). "Sessé Mociño's Plantae Novae Hispaniae and Flora Mexicana". Kew Bull., 1926: 417-425.

31. Mc VAUGH, R. (1982). "The lost paintings of the Sessé & Moziño Expedition: A newly available resource". Taxon, 31 (4): 691-692.

49. WEIBEL, T. (1949). La flore du Mexique et les dames de Génève. Musées de Genève, 6.

32. MARTÍNEZ TEJERO, V. (1982a). "Castillo y López, Juan Diego del". Gran Enciclopedia Aragonesa, 3: 735. Zaragoza. 33. MARTÍNEZ TEJERO, V. (1982b). "Sessé Lacasta, Martín". Gran Enciclopedia Aragonesa, 11: 3073-3074. Zaragoza. 34. MARTÍNEZ TEJERO, V. (1987). "Farmacéuticos aragoneses ilustres: Juan Diego del Castillo López". Bol. COF. Zaragoza, 7, (26), 21-23. 35. MARTÍNEZ TEJERO, V. (1990). "La ilustración aragonesa en América: Naturalistas en Cuba". Rolde, Revista de cultura aragonesa, 52-53: 4-15. 36. MARTÍNEZ TEJERO, V. (1991). "Martín Sessé. Juan del Castillo". In Botánica Aragonesa. Cuarta Muestra de Documentación Histórica Aragonesa. Centro de Documentación Bibliográfica Aragonesa, pp.: 37-41. Diputación General de Aragón. Zaragoza. 37. MUÑOZ CALVO, M. L. (1987). La aventura española de Portadilla de la 2.a edición de la obra de Sessé y Mociño dedicada a la flora de Nueva España. Sessé, Martino et Mociño, Josepho Marianno. Plantae Novae Hispaniae. Editio Secunda. México, 1893. En esta obra se describen cerca de 1.400 especies, más de un tercio de las cuales se consideran nuevas para la ciencia. R. J. B. de Madrid, Biblioteca.

26


LISTA DE LAS 20 LÁMINAS DE PLANTAS CENTROAMERICANAS QUE ACOMPAÑAN A ESTE LIBRO, CON SUS CORRESPONDIENTES SINÓNIMOS Y NOMBRES VULGARES Mtra. Hilda Flores Olvera Universidad Nacional Autónoma de México

Hemos procurado referir la siguiente lista a los nombres de Linneo. En algunos casos esto puede conducir a ciertos errores nomenclaturales, pues en la literatura existen homónimos, por ejemplo: Banisteria laurifolia, de Richard ex Jussieu, tiene actualmente el nombre Stigmaphyllon periplocifolium (Desf.) Adr. Jussieu. Se señalan con un asterisco (*) los nombres que no se encontraron en ningún índice. Con dos asteriscos (**) los que sí se encontraron en índices pero para los que no existe información confiable de la posible sinonimia. En estos casos no hay plena seguridad de la validez de los nombres. Se destaca con letras más oscuras el nombre que, de acuerdo con esta primera investigación, se debe dar a la lámina. Así, la actualización nomenclatural de algunos casos requiere de una investigación más profunda. 1.— *Achras pruniformis, Sessé et Moc. - SAPOTACEAE. 2.— Bahuinia purpurea (L.) sensu Sessé et Moc. = Bahuinia subrotundifolia Cav. LEGUMINOSAE. 3.— Banisteria laurifolia L. = Heteropterys laurifolia (L) Andr. Jussieu. MALPIGHIACEAE. Nombre vulgar: "copis" en Sinaloa, "mata piojo" en Oaxaca. 4.— Cordia gerascanthus L. - BORAGINACEAE. Nombre vulgar: "bari" en Tabasco, "barillo" en Yucatán, "hormigullo blanco" en Chiapas. - BORAGINACEAE. 5.— Dalechampia scandens L. - EUPHORBIACEAE. Nombre vulgar: "moolkoch" en Yucatán. 6.— **Dianthera sexangularis, Sessé et Moc. - ACANTHACEAE. 7.— *Euphorbia lunciformis, Sessé et Moc. - EUPHORBIACEAE. 8.— Guaiacum afrum L. = Schotia speciosa - ZYGOPHYLLACEAE. 9.— Hibiscus pedunculatus, Sessé et Moc. = Pavonia candida (de Candolle) Fryxell MALVACEAE. 10.— ** Ixora uniflora, Sessé et Moc. - RUBIACEAE. 11.— **Passiflora obtusifolia, Sessé et Moc. - PASSIFLORACEAE. 12.— Paullinia tomentosa Jacq. - SAPINDACEAE. Nombre vulgar: "barbasco" en Oaxaca, "barbasquillo" en Jalisco. 13.— Polygala baccifera, Sessé et Moc. - POLYGALACEAE. 14.— Quassia amara L. - SIMARUBACEAE. Nombre vulgar: "cvasia". 15.— *Rauwolfia oppositiflora, Sessé et Moc. - APOCYNACEAE. 16.— **Ruellia amoena, Sessé et Moc. - ACANTHACEAE. 17.— **Salvia patzquarendis, Sessé et Moc. - LABIATAE. 18.— Saururus cernuus L. - PIPERACEAE. 19.— Sida triloba, Sessé et Moc. = Allowissadula sessei (Lagasca) Bates. - MALVACEAE. 20.— Varronia bullata = Cordia globosa (Jacq.) H. B. K. BORAGINACEAE. Nombre vulgar: "huaché" en Yucatán.

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INDICE

Página

Presentación, por Luis Villar

5

Botánicos jacetanos a su paso por la Nueva España, por Antonio Lot Helgueras

7

Juan Diego del Castillo: hombre de honor, por Iris H. W. Engstrand

11

Notas sobre la actividad médica de Martín de Sessé, por Vicente Martínez Tejero

13

Expediciones científicas: Sessé y Del Castillo en la Nueva España, por Tomás Buesa Oliver.

.

17

Fondos documentales manuscritos e iconográficos de la Real Expedición Botánica a Nueva España en el Archivo del Real Jardín Botánico, por María Pilar de San Pío Aladrén .

21

Aproximación a la bibliografía relacionada con Sessé, Castillo y su actitud científica, por Luis Villar y M.a Luisa Cajal

25

Lista de las 20 láminas de plantas centroamericanas que acompañan a este libro, con sus correspondientes sinónimos y nombres vulgares, por Hilda Flores Olvera.

29

.

. . .

27


13. Banisteria laurifolia . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm.

Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. Banisteria l

a u r i f o l i a . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm.

Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. Banisteria laurifolia . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. B a n i s t e r i a laurifolia .

- [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. Banisteria l a u r i f o l i a . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm.

Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. Banisteria laurifolia . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm.

Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


. - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.

13. Banisteria l a u r i f o l i a


13. Banisteria laurifolia . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm.

Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


. - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.

13. Banisteria laurifolia


13. Banisteria laurifolia . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm.

Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13.

Bansiteria

. - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79. laurifolia


. - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.

13. Banisteria

laurifolia

16

cm.


13. Banisteria laurifolia . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. B a n i s t e r i a l a u r i f o l i a . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm.

Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. Banisteria l a u r i f o l i a . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm.

Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


16. Hibiscus pedunculatus. - [1787-1603]. -- Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24 x 16'5 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 95.


1111

13. Banisteria laurifolia . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. Banisteria laurifolia . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


13. Banisteria l a u r i f o l i a . - [1787-1803]. - Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. -- 24'5 x 16 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 79.


20. Dalechampia scandens.--[1787-1803]. -- Dibujo sobre papel: tinta y acuarela de colores. - 25 x16'5 cm. Real Expedición Botánica a Nueva España. -- R. J. B. Archivo, Div. V, lám. 112.


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